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CAP. XIII-SARMIENTO EN LA INQUISICIÓN

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tales escriben, yo los tenía por naturales, y para

mi disculpa, y no para más, llevé el dicho cua–

derno al señor Arzobispo, y Su Señoría me mandó

que lo llevase á fray Francisco de la Cruz y

á

fray

Juan del Campo, y al doctor Cola. María, y al li–

cenciado Falcón, que eran consultores y asesores

del señor Arzobispo; y el doctor Cola María, como

persona que entendía astrología, lo aprobó por

bueno, y me dijo que lo que en el cuaderno estaba

escrito era. verdad, y probaba con ello mi disculpa

bastantemente, y que no ternía de que temer;

y

fray Francisco de la Cruz, después de algunos días

que lo había visto, escribiéndole yo la aOición en

que estaba porque el Arzobispo había dicho que

para mí no había de haber más leyes de las que él

quisiese, me escribió una carta en que me decía

que no tuviese pena, que él se hacía cargo dello y

lo sacaría á luz;

y

fray Juan del Campo, después

que yo le llevé el cuaderno, me escribió otra carta

diciéndome que pues en ello no había herejía ni

especie de ella, ni error alg·uno en cosa de fé, que

no tenía de qué tener pena,

y

esto me nseguró

que yo no recusase al señor Arzobispo. Estas dos

cartas, se me perdieron en una tormenta,

á

la vuel–

ta de las islas, con otros muchos papeles, etc. Todo

lo cual pasó ante

mí.-Eusebio de Arrieta,

secre–

tari0.>>

Terminada al fin la causa, sin que hubiese, dicen

los Inquisidores, prueba de lo que el reo había sos–

tenido acerca de la promulgación del Evangelio,

vista en consulta por el Ordinario

y

Consultores

fué votada en que «saliese

á

cumplir el destierro

que le fué mandado por la sentencia del Arzobispo,