CAP. XIII-SARMIENTO EN LA INQUISICIÓN
335
tales escriben, yo los tenía por naturales, y para
mi disculpa, y no para más, llevé el dicho cua–
derno al señor Arzobispo, y Su Señoría me mandó
que lo llevase á fray Francisco de la Cruz y
á
fray
Juan del Campo, y al doctor Cola. María, y al li–
cenciado Falcón, que eran consultores y asesores
del señor Arzobispo; y el doctor Cola María, como
persona que entendía astrología, lo aprobó por
bueno, y me dijo que lo que en el cuaderno estaba
escrito era. verdad, y probaba con ello mi disculpa
bastantemente, y que no ternía de que temer;
y
fray Francisco de la Cruz, después de algunos días
que lo había visto, escribiéndole yo la aOición en
que estaba porque el Arzobispo había dicho que
para mí no había de haber más leyes de las que él
quisiese, me escribió una carta en que me decía
que no tuviese pena, que él se hacía cargo dello y
lo sacaría á luz;
y
fray Juan del Campo, después
que yo le llevé el cuaderno, me escribió otra carta
diciéndome que pues en ello no había herejía ni
especie de ella, ni error alg·uno en cosa de fé, que
no tenía de qué tener pena,
y
esto me nseguró
que yo no recusase al señor Arzobispo. Estas dos
cartas, se me perdieron en una tormenta,
á
la vuel–
ta de las islas, con otros muchos papeles, etc. Todo
lo cual pasó ante
mí.-Eusebio de Arrieta,
secre–
tari0.>>
Terminada al fin la causa, sin que hubiese, dicen
los Inquisidores, prueba de lo que el reo había sos–
tenido acerca de la promulgación del Evangelio,
vista en consulta por el Ordinario
y
Consultores
fué votada en que «saliese
á
cumplir el destierro
que le fué mandado por la sentencia del Arzobispo,