CAP. VI-LOS OBISPOS INQUISIDORES
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ponde que le prestará vida perdurable, de lo cual
deducía el reo que la fé era mayor que la caridad .
Arribaba también á la misma deducción en vista
de que en un libro de horas que poseía era la fé la
que se enumeraba la primera, y, por tanto, debía
ser la virtud mayor.
Terminado el proceso, fué remitido por el vica–
rio al Obispo,
y
por éste,junto con el reo, al Santo
Oficio, luego de su llegada. Presentóse, pues, Al–
cántara ante sus nuevos jueces, quienes sin oírlo
ni sustanciar el proceso le condenaron en la prisión
que había sufrido
y
en el viaje que había tenido
que hacer á Lima .
En las mismas condiciones que este reo se ha–
llaba Gonzalo lLernánclez Bermejo, la relación de
cura causa la verP.mos más adelante al tratar ele
los penitenciados en auto público de fé.
La justicia real ele Santiago remitió también al
Santo Oficio ciertos testimonios contra Francisco
Gómez ele las Montañas, acusado por una mujer
de que, pidiéndole el reo que tuviese acceso car–
nal con ella, le respondió que no quería por–
que se había estado con otea hermana suya,
y
que
e
1 !'eo le replicó que otros lo tenían hecho antes
que ella. Como sólo mediaba la deposición de un
testigo singular, fué el proceso mandado suspen–
clet·.
Ue más importancia, sobre todo por la calidad
de la persona, era el que se le formó al arcediano
de la Catedral d@ Santiago el maestro don Francis–
co Paredes, á quien Yimos ya figurar de tan noto–
ria manera en los pleitos de González de San
~icolás)
el licenciado Molina
y
Alonso de Escobar.