'130
I~QUISICIÓN
DE CIIILE
Si esta representación del zeloso Obispo de la
Plata hubiese sido atendida, Aguirre habría, sin
duda, perdido su gobernación; pero en los días en
que probablemente se recibía en España, le llega–
ban á Aguirre, en fines de Agosto de ese año de
1569, las provisiones reales que confirmaban su
nombramiento y que le permitieron ponerse desde
1uego en marcha con dirección á Tucumán, en
unión de treinta y cinco compañeros que ha–
hfa logrado reunir. Iba todavía en camino cuando
le alcanzó un mandamiento del Obispo, que lleva–
ba encargo de notificarle un clérigo, bajo ciertas
censuras. Pero Aguirre, lejos de obedecer aquella
orden, se limitó á decir al emisario que se dejase
ya el Obispo de aquellas excomuniones, que ya
estaba en tierra larga; y encarándose con él le dijo:
-Si yo mato á un clérigo, ¿qué pena tendré?
Asustado con esta respuesta hubo, pues, de vol–
verse el emisario episcopal á dar cuenta de lo que
le había acontecido. Pero en ese entonces estaba
ya en funciones el Tribunal del Santo Oficio y ante
él iba á presentarse una série de denuncios toda–
vía más graves contra el gobernador de 'l'ucumán.