CAP. IV-DE POTENCIA
Á
POTENCIA
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En esos momentos cesaba Rabanera en sus fun–
ciones de guardián y le sucedía en ellas fruy Fran–
cisco de Turingia,
5
que aceptó en el acto conti–
nuar en el cargo de juez. En esta virtud
y
en vista
de una petición de los domínicos, resolvió que se
llevase de una vez adelante la ejecución de la sen–
tencia contra Molina y que se siguiese la causa
contra Antonio de Escobedo, Santiago de Azócar,
Sanchez de Merlo y Cristóbal de Molina.
Proeedióse, en consecuencia, á tasar las costas
que debía pagar el Vicario, las cuales ascendieron
á
trescientos setenta y tres pesos, correspondien–
do de ellos doscientos treinta al licenciado Bravo,
veintitres al juez, cien al notario, y veinte por
otras diligencias. Y para hacer efectivo el pago, se
publicó en la Iglesia mayor que el que supiese de
los bienes de Molina y Escobedo diese luego razón
de ellos.
Mientras tanto, Molina acompañado del licen–
ciado Escobedo y del notario Sanchez de Merlo, se
había escapado
J
sin licencia, el 26 de Abril, camino
de Concepción, á informar, según decía, al Go-
5 El padre Olivares dice, hablando de este fraile: «Entre los muchos
sujetos dignos de eterna memoria que han ilustrado esta religiosísima
provincia de Chile, merece el primer lugar en nuestra veneración, el
padre fray Francisco de Turigia (debe decir Turingia) lumbrera luci–
dísima de santidad y sabiduría, etc.»
Ilistm-ia de Chile,
pág.
178.
El cronista de la Orden de San Francisco en el Perú, fray Diego
de Córdoba Salinas, al tratar «de los religiosos que en la provincia
de la Santísima Trinidad de Chile florecieron en santidad de vida,»
menciona entre éstos al padre Turingia, cuyo fuerte en la predicación,
según dice, eran el infierno y
~us
tormentos, «en que asombrr1ba á
los oyentes y los dejaba como pasmados de miedo y temor.»
Coráni–
ca franciscana de las provincias del Pe1·ú,
libro VI, pág. 638.