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LA INQUISIClÓN
a
tres de
Septiembre.demill )'seiscientos y setenta
y
dos aüos.-Yo
la Reina.-Por
mandado de SuMa–
jestacl.-Dun
F1·ancisco Fernández de Madrigal.–
(Hay cuatro rúbricas.)»
Según se ha visto, la disposición real que acaba
de léerse no podía ser más terminante. ¿,Cómo fné,
~in
embargo, que
a
pesar de que en ella se Ol'dena–
ba suprimir el cargo de alguacil mayor de la Inquisi–
ción en las Filipinas, la Audiencia, que debió cono–
cerla y por lo mismo acatarla, no sólo permitió que
subsistiese semejante funcionario sinó que aún dió
pruebas de reconocerle hasta el inenor de sus pt·ivi–
legios"?
Después de esto no puede parecernos ext.ratlo que
luego subieran de punto las exigencias del comisa–
rio, apoyado por el Tribunal de México. El hecho si–
guiente lo manifiesta, en efecto, bien claro. Don
Francisco Pizarro ele Orellana, rnaestt·escnela de
Manila, hizo dejación de los pnestos de corrector de
libros
y
honesta persona, por haber sido nombrado
con esa condición comisario de cruzada: uoticia que
trasmitían los inqui::;it.lores al Consejo _«para que
se sirYiese aplica!' el remedio que pareciese á V. A.
convenir para crédito de los ministros del Santo Ofi–
cio.»'
_\.ntes de hablar ele la causa del gobernador Salce-
1.
Carta de los Inquisidores de
2
de Mayo de If•64. En el Consejo
se les respondió simplemente que estaba bien.
Pizarro
y
O
rellana es uno de lqs autores de qui::n nos ocupafflOS
en
nue~tra
Imprenta en Manila,
n. I03. Presentado en 168o para el
obispado de
N
neva Sego,·ia, falleció tres años después, el
2
de Sep–
tiembre de !683.