EN LAS ISLAS FILIPINAS
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hace poco
apr~cio
del Tribunal del Santo Oficio, y me
parece que pata escarmiento de tantos herejes que·
á
esta ciudad vienen debajo de extrañas banderas, sea
éste llamado á presencia de V. S .
I.
para que allí
d'iga sus descargos, contando con esta diligencia y
la de no dejado volver el que se haga pirata de es–
tos mares.>>
Al aüo siguiente, el comisario Alvarez ampliaba
su denunciación al Tribunal con las nuevas noticias
que había logrado adquirir de Fallet. Comenzaba por
repetir la hi toria de las «imágenes lascivas,)>que ha–
bía recogido de su poder alguno. libros heréticos, y
que á pesar de que su párroco le tenia prevenido que
el Santo Oncio no dormía, el presunto reo se burlaba
de la tolerancia, «pues no pierde ocasión, manifes–
taba, de l1ablary aún persuadir los dogmas heréticos,
con manifestación de meno precio de los dogmas
católicos y del Tribunal ele la Santa Inqui ·ición.>>
Y no contento eón haber escrito á México, Alvarez
ocurrió al gobernador, diciéndole lo que pasaba con
Fallet, «quien, decía, me persuadió le tolera por las
circunstancias del tiempo.»
El fundamento ele la· nueva acusación ele Alvarez
estribaba en una carta que había recibido del P. Jo–
sé Witholmi, · jesuita, que vivía en el pres.iclio de
Samboanga, en que le decía que yendo de camino
para. aquel lugar y hablando de Fallet un sugeto le
-dijo: «de Mr. Fallet oí yo algunas palabras que me
hacían disonancia; que otra persona, con quien su
compañero de viaje había tenido una vez conversa–
ción acerca del precepto ele la. confesión anual le
había. oido decir á
F.1~let
que ese precepto era. para.