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CXXIV

LA INQUISICIÓN

Tucumán se erija un Tribunal de la Santa Inquisi–

ción. Mi parecer es que ha mucho que debía haber–

se hecho. En los que ha que sirvo á S. M. en este ofi–

cio he visto que se han hecho grandes agravios á

los vasallos de S. M. en estas provincias por los co–

misarios que hay en ellas, maltratándolos con leves

ocasiones, mandándolos comparece-r en Lima con

gastos y descrédito nunca reparable, vejándolos con

tomar particulares cesiones, y haciendo otros daños

de que no han osado pedir remedio por tenerle tan

lejos y series horrible la misma medicina. Los re–

celos que también se han tenido de los muchos por–

tugueses que han entrado por el' puerto de Buenos

Aires

y

por el Paraguay, han obligado

á

desear este

muro incontrastable de nuestra fee, cuyo asiento pu–

diera disponerse en la ciudad de Santiago del Este–

ro, por ser cabeza de aquella provincia y estar en

·medio del territorio que se le puede sef1arar, que es

el distrÜo de esta Real .Aud iencia ele la Plata

y

el de

la Real Audiencia ele Chile. A los inquisiddres se

les podrá señalar dos mil y quinientos pe::-:;os co–

rrientes ele salario, al fiscal dos mil, al secretario y

ministros á esta medida.

Dos caminos se pueden tomar para sacar esta pla–

ta, sin que á S. M. le cúeste ninguna, que son: con–

signándola en las gruesas de las mesas capitulares

del arzobispado de estas dos Audiencias, ó en las

vacantes de las dignidades

y

ele los dichos obispados

y arzobispados: esto último tengo por más.seguro

y

más fácil, porque aunque las vacantes de ellos son

de S. M. por concesiones apostólicas: siempre acos–

tumbra ejercer en esta parte, como en todo, su libe–

ralidad y grandeza, haciendo gracia

á

los mismos

prelados por vía de ayuda de costas, y distribuyen-