CXXII
LA INQUISICIÓN
misario del Sancto Oficio, por cuya causa no le de–
nunció. Dejo éstas y otras que diré; y eomo inquisi–
dor
a jure
y juez apóstoltco, le fui á dar parte de
algunas cosas gravísimas en el misme género, y con–
fesándome se las dije,
y
pidiéndole absolución sa–
cramental del descuido de no haberlo hecho antes,
sólo en orden de dar cuenta á Su Santidad, lo avisé,
y pedí consejo
y
favor. Hespondiórne que debía en
conciencia hacerlo así y Su Señoría también . Lo que
-hizo fué revelarlo á las mismas personas, con gra–
ve
~etrimento
mío y quiebra del sigilo. Hizo órde–
nes en una carreta sobre la barranca del rio de
Córdoba
y
yo estuve presente y trebucó todas las
ceremonias, ordenando ele epístola á los que lo es–
taban y pedían -evangelio, hasta que yo le hice vol–
_ver á hacer las otras ceremonias y decir la forma
y
proponerle la materia ele aquel orden; y el sacrificio
santo ele la misa lo dice tan irreverentemente que
escandaliza á los presentes las palaLradas y cosas
que allí dice
y
habla. Sospechosísima es su vida,
porque constando á toda la provincia de su desho–
nesta vida
y
la de su confesor, lo ven confesar en
público, sin ninguna enmienda ni buen ejemplo.
No hay más testigos de esto que toda la provincia
entera así lo ha oído decir,
y
oyóselo el capel lán don
Alonso de Herrera Guzmán, que si Su Su Santidad
le mandaba tal cosa contra su gusto, diría que no
podía hacerlo, y si el Hey, nuestro scflor, que no
quería. Contrav-iene á muchas cosas contra el sanc–
to Concilio ele Trento
y,
finalmente, contra el buen
nombre de la sancta Iglesia Católica
y
de los señores
obispos della. Con su proceder y cosas le llamaron
en un libelo infamatorio el segundo Luthero. Cosas
son grayisirnas éstas y otras que se pudieran refe-