XXII
LA INQUISICIÓN
go diré, que topé en el camino, que me prendiesen
ó
matasen, segund supe de los que con ellos salieron.
Y porque entendió el Presidente que no podía dete–
nerme ya más en los Chichas y que no venían mis
despachos de Lima ni de España, trató con el en–
comendero de Atacama que escribiese á los indios
otra invención más diabólica que las pasadas, que
diz que él me había preso, y de ahí á tres horas ha–
bían venido á la cárcel trescientos hombres y me ha–
bían sacado y llevado por ahí; que si fuese por sus
pueblos alzásen las comidas y me matasen, si pu–
diesen; y esta nueva se publicó en Chili, cosa que ni
pasó aún por el pensamiento, cüanto más de hecho.
Sólo fué hecho á efeto que pensaba que me iría por
allí á mi casa, porque tardaban las provisiones y
yo había escrito que, si no llegaban por agosto, me
iría á mi casa, para que, yendo por allí, no me pudie·
se escapar, ó porque los indios, yendo descuidado y
sólo con seis ó siete criados m..íos, me matasen, ó no
hallando comida, muriese de hambre, porque son
docientas leguas de despoblado y sólo Atacama en
medio. Finalmente, hizolo Dios mejor, que mis-pro–
visiones de España me llegaron en fin do agosto, y
con treinta y cinco hombres que so vinieron· conmi–
go me entré en esta gobernación, y ayer topó con
Luis Chasco, teniente de Diego Pacheco, que venía
con veinte hombres que traían ropa do la tierra para
vender, y entre ellos Yenian doce ó trece soldados do
los que se hallaron en mi prisión. Yo lo. recobi con
buenas palabra , perdonándoles lo pasado, y luego
fui avisado que habían tratado do mo prender ó ma–
tar, y que aún ahora hacían corrillos,
y
quien molo
dijo lo sabe Luis Chasco;
y
despuós do le
haber
desarmado, porque no intentasen alguna desver-