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LA INQUISICIÓN

vocando á ciertos santos, tocar al hombre que que–

rían tener por amigo y decir con mucha fe: «Dios te

convierta, San Cipriano te marque, un señor Jesu–

cristo te ablfl,nde, el Espíritu Santo te humille á mí.))

Recluso en cárceles secretas en Agosto de 1720,

y sin más bienes que su ropa, duró su causa hasta

el auto de fe de 16

el~

Ju.lio de 1725, en el cual salió

en forma de penitente.

El clérigo francés Juan de Ullós, residente en

Mendoza, que publicaba que el Papa ni el concilio

general eran los jefes de la Iglesia: proposición que

habiendo sido dada

á

calificar al jesuita Luis de An–

drade y al mercenario fray Francisco Galiano, como

expresasen que por tratarse ele un francés se hacía

difícil la calificación, se les seeuestró el peculio y

se les metió en la cárcel.

Un franciscano llamado fray Juan ele Arregui, ele-

.nunciado de haber proferido proposiciones escanda–

losas en un sermón de la Octava de la Virgen, y que

llegara á motivar un pasquín que se fijó en las par–

tes más públicas de la ciudad. Para la averiguación

de estos hechos escribieron los jueces al comisario,

que lo era por entonces el canónigo donJorgeAntonio

Meléndez de Figueroa, el cual, después de haber

recibido las informaciones del caso, escribía, á su

vez, á los Inquisidores diciendo que todos ·los testi–

gos, unánimes y contextes, afirmaban que el predi–

cador había dicho que «Maria Santísima ora laye–

gua blanca de Rúa, en que paseaba el Santísimo

Sacramento, á que había añadido que los evangelios

eran caballos de lazo)>, frase que se comentaba en el

pasquín aludido cede que siendo yegua María, el Pa–

dre sería caballo y el Hijo potrilla)). Fueran éstas

chocheces del padre Arregui, pues era ya muy an-