EN EL RÍO DE LA PLATA
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en materias religiosas, tratar de · imponer silencio
sobre todo, tal como lo había hecho el obispo y como
en efecto lo mandó por edicto.
1
A principios de 1694 vióse el comisario de Bue–
nos Aires, doctor don Sebastián Crespo y Flores,
sin saber qué hacer por lo tocante á su oficio cOL1
la visita Inesperada de un personaje que allí llegó
acornpafíado de un séquito tan exótico como nunca
se había visto en la ciudad.
En efecto, muy cerca del puerto naufragó una zu–
maca. Con esta noticia trasladáronse
a~
lugar del
siniestro el Gobernador y los oficia:les reales don
Pedro Fernández de Castro, caballero de la Orden
de Santiago, y don Miguel de Castellanos, para en·
cumplimiento de su deber proceder al inventario de
los efectos arrojados
á
la play.a.
Alli se encontraron con que los náufragos eran un
religioso que se decía arzobispo de Samas en la isla
ele Patmos, griego de nación, llarnado ,don Fr. José
Georgerini y que con él venían dos frai les agustinos
servitas, uno ele ellos napolitano y sevillano el otro,
y en calidad de familiar y secretario un muchacho
inglés.
Los delegados fiscales procedieron desde luego á
1.
«En este obispado, escribía al Santo Oficio
el
prelado de Tucu–
mán, se han publicado edictos de V. S. prohibiendo severamente
estas acciones, y en la ciudad en que yo me hallé, no sólo coad–
yuvé sinó que por la importancia en estas provincias de semejan–
te prohibición, convoqué para día señalado de fiesta la ciudad,
y
por mi persona leí lo sobredicho al pueblo y les prediqué cuán
grave materia era aquélla, cuán justamente se prohibía, cuántos
daños ha causado en la Iglesia de Dios, cuán gran respeto y
obediencia se debia á ese Santo Tribunal, que tanto se desvela e11
conservar en estos reinos la pureza de nuestra religión, y cuán se–
veramente castiga».-Carta de Fr. Melchor Maldonado de Saave–
dra, Córdoba,
20
de Marzo de 1653.