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LA INQUISICIÓN

Un inquisidor de Lisboa había llegado en efecto

á

Bahía con título de visitador, y después de hacer leer

los edictos de fe, clió término de veinte días para que

todos los que se hallasen culpados se fuesen á de–

nunciar al Santo Oficio, ofrecienclo qu·c miraría con

misericordia sus culpas; y con efecto, tan suaYe fué

su proceder, que en pocos dias prendió mucha gen–

te y secuestró más de doscientos mil ducados por

bienes ele delincúentes. Este proceder motiYóJ como

era natural, una desbandada general de los portu–

gueses que de todos los puertos del Brasil escapaban

en masa cómo y adonde podían, apesar de las prohi–

biciones del Inquisidor para que nadie saliese -sin

su licencia, «ni aún para sus haciendas.>>

«Si hasta aquí he vivido con cuidado, volvía. á

repetir el comisario, sabedor de lo que ocurría en el

pa.is

vecino, desde hoy tendré más.>> En esa ocasión

insistía también en que se le enviasen las instruc–

ciones para la visita de los navíos, que le había he–

cho gran falta al tiempo de la llegada del goberna–

dordon Diego Marín, ocurrida hacia poco,

y

que por

inadvertencia devolviera al Tribunal. «Suplico á

V. S., manifestaba, se sirva de que se me envie para

que, sin llegar á términos de disgusto, sepan el Go–

bernador

y

oficiales reales que es orden de V. S. para

que no se desembarque nadie ni se haga diligencia

por ningún juez ni ministro sin que primero se haya

hecho visita por el Santo Oficio, que, con sólo esto,

estoy cierto tendremos conformidad, como hoy la

tengo, y es más importante este recado que en nin–

gún tiempo para prevenir con la visita del Santo

Oficio

á

las ocasiones de la gente sospechosa.>>'

1.

Carta de Trejo, Buenos

Air~s.

1S

de Enero de

1619.