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LA
I~QUISICI ÓN
u ofi cio de rn aestro de cer emonias
y
b abia guarda–
do en la cárcel duran te tres meses por poco ad icto á
s us cosas, encon trándole allí, decimos, <ejecutó en
óllo mi smo, dándole tan crudos palos, que le hubo
de derribar medio mu erto á los pies de un capitán
de galeones qu e le hubo de servir ele asil o para que
no lo acabase de ma ta r .. .
y
con esta furia s ubió á
los asien tos, derribólos,
y
·aún quebró las si llas, ce–
rró las puertas
y
mandó
á
las monjas no las ab1·iesen
á
los inquisidores .)) !
A los ocho días de es te suceso, amaneció decla–
rado por público excomulgado por carteles que el
Santo Oficio hizo fij ar en las puertas de la Catedral
y
demás iglesias,
y
al saberlo: sale apresurado en su
coche,
ccy
era tanto el tropel que ll evaba
y
la gente
que se le había juntado, r efi er en unos testigos de
vista, que todos cerrábamos las pu ertas de nuestras
casas temiéndonos alg un a desgracia;)) rompe por
~u s
manos los edi ctos,
y
por h aberlos consentido
fij ar, empuñ ando s u formida ble muleta, hiere á
palos al cura de la Catedra l, que tuvo que salir esca–
pado á la ca1le por libertarse de su furi a;
y
despre–
ciando la excomuni ón, paséase por las calles, echan–
do bendiciones, entra en las iglesias, anda el jueves
santo las estaciones, celebra de pontifica l, hace óleos
con gran aco rn pafí amiento de cléri gos
y
tres pre–
bendados,
y
á los que se ni egan
á
asistir, les manda
prender, como lo hizo con el arcediano) que tuvo que
encerrarse en su casa .
Apesar de estos alardes, decreta el Tribunal que
r.
Carta citada de
los
prebendados .