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LA INQUISICIÓN

controversia, le dij e que sj Dios Jlovi era obispos y

la procesión tuviera cier1leguas de andadura, nC) se

había de dejar un paso. De allí á tres dias murió

llll

oficial que se enterraba en la Catedral, á -cuyos

entierros asiste el Tribunal en forma de oficio,

y

mostró dicho mi compañero más desánimo en esta

conferencia, y no sólo fuimos sinó que tuvimos las

sil las en el plan del altar mayor.-..

Y

Jo que aseguro

á V . E. con toda certidumbre, iermina1:m) es que es–

tas

y

otras resoluciones las han celebrado con gus–

to maniDesto ministros

y

no minis tros, Yi endo que

todo se babia hecho tan en.paz

y

con tanto garbo en

1iempo de tanto miedo, qu e el ten iente general

ele

gobernador no se atrevió ni á examinar un testigo

como toque en ]a menor dependencia con el obi spoJ

aunque el tal testi go sea más negro que un a baye–

ta>> . Bien es verdad qu e Ortiz de Zárate se veía

obligado

á

renglón seguido

á

manifestar que, si ha–

blaoa asi, no era por miedo que tuYi ese al obis po ....

Despechado como se hallalJa, cerró el prelado su

juzgado, no quiso oirá nadie en justicia ni proveyó

siqui era un curato ' y procedió luego

á

pedir á Va-

I.

Carta citada de los prebendados,

1S

de ma yo de

1686.

A propósito de esto, oigamos referi r al mismo inquisidor el si–

guiente caso: «Cásose un criado del obispo con una viuda, la cual

casó luego á una hija de dos que tenia; dábala la dote que quedó

del padre de la niña. Dijo dicho criado: eso nó! porque todo es mio.

Sacó ella el testamento de su marido en prueba de su verdad

y

que

así se lo dijo al dicho criado, estando presen te. cuando se casaron.

Convencido el criado, puso impedimento de falta de edad en la no–

via,

y

sobre pedirla con la nota el novio, se acuadrilló con otros

dicho criado

y

al novio le asestó m u y buenos palos con una cuchi–

lladc.. . Y la triste vi uda, muj er al presente de dicho criado, fué á

quejarse de todo al obispo, y, oída, la dijo: «pues, la muy torracha,