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LA INQUISICIÓN
dos ellos á hacer renuneia ele sus cargos;
1
las difi–
cultades con que para el despacho de las causas
tropezaban por falta de los ordinarios de los nueve
obispados qne abrazaba el distrito de la Inquisi–
ción?
y
los
incon~enientes
que estaban experimen–
tándose del·· establecimiento ele los holandeses en
Curazao, verdadero nido de herejes, que desde allí
se desparramaban por el in terior:3 salvo estas inci–
dencias
y
los pocos proceso·s de fe que se tramitaron
y
de que más tarde haremos relación, la época del
gobierno ele estos i!).quisidores no ofreció absoluta–
mente nada de particular. Transladi:
:1.doBruna Rico á
Lima, á mediados ele 1674, vino á acompañar á Gó–
mez Mier el licenciado don Alvaro Bernardo de Qui-–
rós.
No tardó mucho sin .que arnbos se disgustasen,
entrando también en estos disgustos el fiscal don
José de Padilla, que se unió á Gómez de Mier para
combatir á Quirós. A poco ele ll egar éste á Cartage–
na tuvo ocasión ele notar los abusos que se cometían
en la introducci ón ele ropas
y
negros,
y
en ese sen–
tido escribió al Consejo de Indias, no con tanto si–
gilo, s in embargo, que el gobernador
y
demás
comprometidos en aquellos actos no llegasen á en-
1.
Carta de i'vlier de
10
de septiembre de
167S.
2.
Carta del Tribunal de
26
de mayo de
1674.
3. Carta de
1."
de abril de
1672.
Allí fué amparado el francés Luis
de Castro, que iba preso desde Caracas al Tribunal. Habiendo he–
cho naufragio el buque en que era transportado, salieron sus tripu–
lantes
á
nado, y una vez en tierra, el Gobernador de la isla se negó
á
entregar el preso, diciendo que aquel pais era libre. Carta del
Tribunal,
28
de junio de
1673.