EN CARTAGENA DE INDIAS
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tenderlo procurando desdo ese momento atraerse
por todos medi os la amistad del inqui sidor. Lográ–
ronlo , en efecto, tan cumplidamente que se hicieron
grandes amigos . Quirós comenzó
á
frecuentar la
casa del gobern ador y fu é in timándose allí hasta
gastar muchas horas del clia jugando á los naipes
con los du eños de casa . Escri bió enton ces ele nuevo
procurando desvanecer los primeros informes,
á
fin
de impedir las medid as qu e) en vista de sus -prime–
ras denun ciaciones, se es peraba tom ase el Consejo.
P ero ya era tarde.
El
licenciado cl on .Juan de Nlier y
Salinas, oid or de Santa Fe, ll egaba á poco á Carta–
gena comis ionado para p-racLicar las averi guaciones
del caso, y, como era natural, se fué á hospedar
á
casa del inquisidor de su mismo apellido, ti'o
suyo .
·Hi zo el oidor algun as prisiones, con lo que algu–
nos de los culpados se as il aron en las igl esias, espe–
cialmente un íntimo amigo de Quirós, don Antonio
de Eraso, qu e es taba nombrado gobern ador en ínte–
rin de Santa Marta, y qui en debí a prest3¡rjuramento
precisamente ante el oidor Mier y Salinas . Los em–
peños qu e Quirós hizo ante su colega para salvar á
Eraso fueron grandes, pero no obstaron para que
habiendGsalido de su esco ndite le prendiese luego
el oidor y le procesase . Profund amente sentido del
desaire, Quirós se apartó desde enton ces de suco–
lega y sé intimó aún más con los del partido del
gobernador,
á
qui en, según era público en Cartage–
na, hacía los borradores de sus decretos,
y
entre
ellos, el de uno que dispuso con ocasión ele la noti–
cia de que los franceses amagaban la ciudad , para