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LA
INQUISICIÓ~
'
diariamente estaban repitiendo en demanda de ga–
jes
y
salarios, que aquella ciudad era baratísima; ya
el clima que antes les parecía mortífero, le hallaban
delicioso; los procesos que antes no podían trami–
tarse por la inmensa distancia al interior, era muy
fácilllevarlos á término. ceLo cierto es, concluían;
que son emulaciones de este caballero
y
aliados su–
yos, que no tienen más voluntad que su antojo, y
como desde su balcón ve las paredes de este Sancto
Oficio
y
e1las le son tan odiosas, desea verlas por el
suelo con sus trazas)).
1
·Tan persuadido se bailaría el Consejo de lo ajus–
tado del proceder de Murga á los dictados ele las le–
yes que se había empeñado en hacer cumplir con
celo de ._buen ministro real,
y
acaso también algunas
influencias tuviera en el Consejo, qt1e lo cierto fué
que éste, con fecha 15 ele marzo de 1636, dirigió or–
den á sus dependientes para que mientras Murga
gobernase
y
aún después de concluido su go–
bierno, no cceonspirasem) contra él, ni contra su
teniente
y
ministros, ni que para ello «hiciesen liga))
con persona alguna cuando llegase el caso de dar su
residencia.
Por esos días el triunfo de Murga iba
á
llegar al
pináculo y el abatimiento de sus émulos del Santo
Oficio hasta la humillación.
Murga habi0- tenido cuidado de
Ü'
informando al
Consejo de Indias de los procedimientos de sus mi–
nistros, y tal acogida hallaron allí, que el Rey hubo
de ordenar 'al de Inquisición que sin pérdida de
1.
Carta de
1.'
de septiembre de
r635.