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LA

l);QUISICIÓ~

sucediera siendo soldado en Italia, donde después

de haber perdido una suma en el juego, había he–

cho para de qnitarse ciertas prácticas superticio–

sas por industria de una mujer que le sen'ia: llevó

igual pena.

Doña Ana Maria de 01aneaga, viuda, que hacia

conjuros inYocando al demonio para cosas de amo–

res y con el fin de c<:Lsarse segunda vez .

Doüa Isabel de Carvajal, también viuda, acusada

igualmente de hacer conjuros para saber si un

hombre que e taba ausente de Cartagena había de

Yolver: castigada, como la anterior, en multa y des–

tierro.

Fr. Juan ele Cárdenas, agustino, de edad de se–

senta años, porque, entre otras cosas, un día que

le inYitaban

á

tomar parte en una comedia en cele–

bridad de San Ignacio, dijo: «valga el diablo al

Padre Ignacio))

y

otras cosas á este tenor, oyó una

misa en forma de penitente, fué reprendido y recluso

por tres años.

Fray Domingo González.JViera, dominico, que no

quería creer que San Francisco tuviese llagas n i es–

tuviese en el cielo.

Don Juan de Villa y de la Guerra testificado que

hacía seis años había dicho en Tenerife, con ocasión

de que cierta dama á quien quería «se salía afue ra

diciendo que

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se había de casar con éh, «no creo

en Dios, ni quiero ir al cielo y lléveme el diablo si no

tengo de hacer en este caso muchos que sean nom–

brados en el mundo:)) pagó doscientos pesos.

Francisco Rangcl, depositario de la villa Mompox,

que afligido por las ejecuciones de sus acreedores