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CAPITULO XI,
DE SU ALTA ORACION, Y PRESENCIA DE DIOS CONTÍNUA.
Decía la sierva de Dios á su confesor el Padre
~Iaes~
tro Fray Bias
~uarez-que
siempre y en todas horas,
es~
ta:ba en presencia de Dios adorandole; y así le aconsejó al
dicho Padre, y le dijo: <<Coja U. esta costumbre; entre dia,
estar delante del Señor adorándole, que yo me hallo
lin~
damente siempre con esto. «Refiere el dicho Padre en su
relacion, que
si~pre,
desde su primera vocacion lleva–
ba este deseo la sierva de Dios, de hacer lo mas perfecto '
e
1
todo; y que tres horas la daba el Seño
odos los dias,
d~sde
las doce del dia hasta las tres de la tarde,
nota~
.
bies tormentos, segun él lo coligió, por lo qu·e le dió
á ~
&atendéT; y
lla como humilde,
J
teniéndose por indig- '
na, no se le declaro mas.
·
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',Iba la sierva de Dios á la
Igl~sia
á las cinco de
~a
<
mañana: confesábase, ·y recibía á mi Señor Sacramenta–
do, y se quedaba en oracion hasta las diez del dia,
dón~
de ·r , <¡ibia muchos favores de Dios, y asi un dia de Sau–
ta Lutga:rda, comulgando, le' di6 el Señor, á gustar del
costado; á lo cut! le dijo la sierva ·de Dios á su lVIages–
tad, que ella no era Lutgarda: en lo cual teniendo duda,
y
l'ecelándose qel favor por su mucha humildad, dijo·
que se arrimaba al bordon de la fe. A lo cual, viéndola
el Señor tan temerosa, le respondió: que para que no tu.
viera duda del favor, causaría efecto en los corazones de
aquellas
á
quienes lo contase; y habiéndolo comunicado
á
algunas de sus hijas, reconoció los efectos, por
la~
lá–
grimas que
~~
oirselo derramaron de fervor
y
devocion
t~es
de sus hijas;•y asi que las vió dijo: «me alegro, por
que esta fué la
seña~
que me dió el Señor del favor de que
yo dudaba. Bendito sea el Señor por sus misericordias.»
· Era tan contínua su alta y elevada oracion,
qu~
era
incansable en ella,
y
se puede decir, que casi todo el
día
y
noche estaba en ella, y no le éra de embarazo pa
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