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,-11-

preeiosísimos, sufriendo una accrbísima muerte . en pre–

cio de la redencion de nuestras almas.

Sobre estos grandes modelos de amor

tim~nó

y

com–

pasivo al paciente Nazareno, fundó nuestra Venerable

Madre Antonia. el elevado edificio de nuestro santo Ins–

tituto, y la sublimidad de su espíritu, labrando ella

mis~

· ma en su alma otro modelo excelente, _que pudiesen imi–

tar las -profesoras del Instituto para que Dios la eligió.

Todo su negocio e:ra la' contemplacion en su amado Na-

. zareno·, la imitacion de sus divinas virtudes. .

J

esus

]':fa–

zareno era la. duhura de sus lá,bios, la música de sus

oídos, la delici, de sus ojos, el centro· de sus amores,.

inspirándole á

s.us

hijas estos mismos piadosos senti-

mientos, como

se l

ee en esta historia.

,

· A este fin estableció como ley

1

funclamental del nuevo

Instituto que fundaba, el _Santo y loáble ejercicio, que

se intitula

00,

Vía-Sacra, cuya práctica devota ordenó se

hici~se

todos·los di as, como

ac.to

de comunidad indis-pen–

sable_, 'llevando las

religio~as

las

insignias de la cruz, co–

rona y soga, que son el noble blason de que se forma e1

escudo Nazareno, para que por este medio, como espo–

sas verdaderas de nuestro

ama.do

J

esus su imágen, r e–

presentada en este acto, f

uese. aq

nel el sello indeleble

que pedía el d1vino esposo á la esposa en los cantares,

grabase en

lo

interior de su pecho,

y

tambien en lo ex–

terior de su brazo.

Sí, amadas hermanas·mías; la vida del Na:;mreno im–

presa en nucstTos espíritus, con la cqntinua contempla–

cion de su p:::tsion dolor osa, sea el sello de nuestras al–

mas: la. imágen del Nazareno exteFiormente esculpida

en nuestras acciones exteriores, sea el sello y la divisa

de nuestra conducta religiosa.

Tal fué la de nuestra l\1a<lre Venerable en su vida

y

en su muerte. Ella vivía crucificada con Cristo,

y

espi–

ró tambien en la cruz, demostrando con un hecho prod

Í·

gioso sus interiores afectos

á

su amado Nazareno.

Aco~rr.étcnle en su últi:ma enfermedad las agonías de la muer–

te,

y

como si la misma muerte la anip1ara, saltando del