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ri,
todos los fepómenos sobrenaturales que se observan
en los Santos.
El Hombre-Dios nos dice estas palabras en su E
van~
gélio: ·<<He aquí los prodigios que hanin los que en mí
crean:-con solo nombrarme arrojarán los . demonios,
hablarán idiómas desconocidos, harán inofensivas
á.
las
serpientes, quitarán su fuerza al veneno,
y
con}1a
mera imppsicion de sus manos sanarán
á
los enfer–
mos.» El mismo Sa1vador,al dar
á
su Iglesia la fé por
herencia, le ha prometido que esa
fé viva
tendria siem–
pre poder aun para trasportar los montes con una sola
palabra
y,
en general, para hacer
ZLun
mayores mi–
lagros de los qué ·El mismo había hecho. Estando, pues,
prometid~
e.,' a .poder á
fé,
como quiera que esta ha de
durar hasta
la,
consumacion de los . siglos, es indud:t–
b1e que el gérmen de este poder sobrenatural
86
co~ser-
vará en la Igl esia en todas épocas.
'
Pero los que,
á
pesar de que no quieren dejar de
llamarse cr.istjanos, niegan lrL
existencia de los
mibJ-~· ·
gros y demas manifestaciones sabrenatnrales, no se
~~
hacen c:trgo de que su neg:1eion es de tal trascenden–
cüt,
que imporb nada menos que la ncgacion. del ca–
rácter divino de
J
c3ucri~to,
de su E
ang~lio
y
de 'la
histori3, de su Iglesi11.
·
En efecto, la divinidad de
J
osucristo y de su Re-
1igion no se ha impuesto al mundo sino medbntc
Í::1 -
numerables ·milagros
y
carismas,
los cuales,
una
voz
aceptados, no hay por qué negarse
{¡,
creer, que, en la
série de los siglos se, cumpla la promesa hecha por el
Salvador
á
sus fieles siervos, de que harán aun
m::~,yore · prodijios que
Él'
mismo. Se puede negar la rea,–
lidacl de
ta,l ó cual milágro; pero
in.eg:tr en general
que los Santos de todos los siglos
hayan hecho mi–
lágros, es negar las promesas de Jesucristo,
y
que
b,
Iglesia sea una sociedad divina, pe.rpétuamente asis–
ti~a
.por el Espíritu Sa,nto. Desde que se niegan los
mllágros, los Santos :tparecen como meros prestidiji–
t:tdores,
J
la Iglesia s.olo oomo una asoeiacion de cul-