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56-

cmnpan1a encontró el n1odelo de stis denuncias en

el

santo oficio ele la Inqnisicion.

. 71.

Para fundar la obligacion de rleuuuciar, se

dice, que "cada uno es señor

ó

dispensador de su

fa~

xna." Rechacen1os sen1ejante asercion,:que supone

y

cJa

por cierto lo que repugna al sentimiento natural

de cada h01nbre,

y

que tiende

á

despojarle de un frcn.o

saludable en la conducta de la vida,

y

le lanza in1pávi–

c1o en la carrera de todos los crÍlnenes. No pocas ve–

ces el miedo de la tlifftn1acion ante el público obra con

mas fuerza que el ten1or de Dios

y

]os avisos de la

propia conciencia;

y

á

sabiendas de ello, estalJlecer

por regla

:y

dar por derecho al honlbre, que pue–

da renunciar

á

su

fan1a,

porque

es señor

ó

dispensador

de ella,

es quitade al n1alvado el últin1o recurso, el úl–

timo esthnulo que tendría á raya su inn1oralídad; e5

Qrear1e al hon1bre de bien una nueva tentacion que lo

pervierta; es abrir en la sociedad una puerta n1as

á

los desórdenes, que ]as Joyos nüsmas no pudieron con–

tener; es en fin, provocar con la doctrina

á

]as fami–

lias,

a

que no estin1en tanto,

á

que hagan poco caso

quizá de su buen nombre,

y

se entreguen al mas es–

pantoso cinísmo. ¡Pobre sociodacl! Por fortuna la na–

turaleza habla n1as alto que ]os jesuitas con todas las

reg·Jas de su n1isticísn1o delirante.

N

o ha dejado Dios al hon1bre la libre disposicion

de su fmna. En los libros sagrados se'le encarga, que

cuide de su buen non1bre, el cual "es preferible á las

riquezas,

y

á

los n1as preciosos perfun1es." Y no está

aislado el encargo, sino que se da la razon--"porque

el buen nombre es estable

y

pern1anoce eterna1nente,

á

diferencia do las rirp1ezas ó bienes de la vida, que

se cuentan por dias." Disponga norabuena el honl–

bre de sus bienes de fortnna., suyos son; pero no le

os dado disponer de su vid:.t ni de su fanut, que se

jdeatifican con el nüsn1o, para presentarse con honor

y

dignidaü ante otr0s hombres. Si pues los teólogos

y

monjes confiesan que el hon1bre no es señor

ó

di:-5-

pensactor de su vida, deben confesar, qne no lo es de

su farna: porque la vida no es vida racional, no es vi–

da de hon1bre, cuando no está acon1pañacla de 1a bne-'

na

reputacion

ó

del honór. Y no obstante, el P. Rí- ·

vaden~-~~~~

ha dicho-:=-la

fama del relijioso mas es ele la