'VIII.
dé
los
hombres.
El .cristianismo no ha acabado
de
llenar su mision regeneradora: hombres pusie..
ron obstáculos al completo desenvolvimiento
de
su virtud;
y
la sana filosofia viene ahora en su
auxilio, para remover esos
~bstáculos,
desacre ...
ditando preocupaciones que tienden
á
desfigu–
rarlo, hasta hacerlo odioso,
y
dejando expedito
el
can1ino, para que
ejerza
cumplidamente
su
santa influencia.
¿Merecerian los jesuitas nu–
merarse entre los hombres que hayan de remo–
ver esos obstáculos? ...t\.ntes bien
ellos .
{D~
.
.: f'~onin
gun otro, los
han
multiplicado . .
Yo no conocia
á
los padres .jesuitas sino de
una manera genetal
y
vaga;
y
aun estaba pre–
venido
á
favor
suyo
por el aspecto indisputa.:;
ble de su dedicacion
al
trabajo, sin reparar en
Í:'ltigas ni dificultades. Si esa enerjia la hubiesen _
empleado constantemente en la cartera del bien,
nuestra humilde pluma no estaria formando ca–
Tacteres sino para encomiar
á
gente tan útil
y
servicial. Mas leyendo su historia, he llegado
á
conocer, que
la
parte directora de la Compañia
iba por senda suya
y
encaminaba al cuerpo
de
los reverendos por donde llegára
á
sus·fines pro–
pios,
á
su engrandecimiento
temporal;
y
que
aunque generalmente fuesen aplaudidos
por
sus buenas costumbres, sus doctrinas eran, en
gran parte, relajadas,y en ellas encontraban sol-
tura los hombres
corrompi~os ~
.
Genios perspicaces calificaron
á
]os jesuitas
desde el principio; pero
á
fuerza de maniobras
se
acercar~on
al poder, acumularon riquezas, am–
bicionaron de muchos modos, emplearon astu-–
cia,
audacia, sembraron discordia hasta perse–
guir
á
varones respetables, entre ellos
Obi~
...
pos.
Sobre esto.
y
n1as
he
escrito prolijan1ente en