XIII.
s.ores . de ocho siglos daq la
respuesta
desde
el
c·ielo.
Y·
en vano son
~sas
lamentosas itnputa–
ciones, de que se
tntta
de someter el po·der
ec·lsiástico
al
político; porque; . fuera de las so–
lemnes
y
sinceras protestas de Victor Manuel
y
de Cavour, el recue1·do del florido tiempo
de
la.primitiva igles¡ia, sin proteccion hun1ana, per–
seguida mas bien,
y
la .virtud poderosa de
la
eonciencin, que se burla de la fuerza hasta en el
.martirio, prestarían eficáz garantía de ventaJas·
positivas
y
verdadera·independencia
á
la iglesia
y
sus pastores.
Y
esas ventajas
y
esa
indepen–
dencia, brindadas pflr un gobierno del siglo;
no son todavia aceptadas,
ni aun
creidas,
y
se
les muda el nor:n bre en los de persecucion
y
tirania, cotno si se
hallaran
toda,·ia en otro si–
glo
los quejumbrosos.
Estos· ejempros son
muy
notables
y
recien–
tes
para
que dejen de hacer
un-a
impresion
profunda. Si.rvan ellos para que
se
conozca,
á
fuerza
de repetirlo, que el n1undo lleva otra
marcha,
y
que se
hacen
odiosos
á
los demas,
y
se perjudican
á
sí mismos los que no quieren
confesado, porque no pueden ménos de rano–
cerio. Este ha sido
y
es el principal
y
supre–
mo objeto de
m~is
humildes
tareas~
diciendo
con repeticion
á
mis
co1npat~·iotas
y
demas
ame–
ricanos, que Jo hubiesen menester-no se pue–
de
gobernar ahora ni trata
a~
á
los hombres, se–
parados ó unidos en .pJJeblo, co1no antiguamen–
te. Ni yo hablo de
Jesuitas,
por ser
y
llamarse
tales esos padres, sino con relacion al objeto
indicado, por cuanto considero
~1
jesuitismo,
corno uno de los mayores· obstáculos en la lnar–
eha del siglo.
Años hucP,
y
no pocos, que se va elaboran–
do una regene.racion
social;·
y
qnien haga
alarde