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EPILOGO.

-

453.

Y

bien

ahora~

¿.podrá sostenerse. enjuicio me""

ditado

y

concienzudo·, que la compañia de

J

esus sea

favorable ó adversa

á

las naciones? Para ser acepta–

da una corporacion cualquiera dentro 'de la gran cor–

poracion del

Est~do, d~be te~der

al mis;n?

.obj~to,

lé–

jos de contradecirlo. 81 lo pnmero, sera utll, s1lo se–

gundo perjudicial;

y

si ni uno ni otro, será inútil ó es–

tará de mas, porque no puede fundar' su existencia.

Nadie en el munck> se atreverá

á

decir, que una

N

acion

·está obligada

á

recibjr

y

adoptar en su seno institu–

ciones exóticas, que trajeran consigo elen1entos re–

pugnantes

á

sus fines propios,

y

que se ocupáran co–

mo de oficio,

~unque

sin decirlo, en desacreditar

y

des–

.truir, cuando no ipmidieran, el trabajo de los gobier-

nos en beneficio de

J.os

pueblos.

Pero así eon1o este propósito audazmente anuncia–

do no podría tener secuaces ni

~jecutores,

los tendría,

los tiene en abundancia, cuando se presenta disfra–

zado

y

con fisonomía estraña, haci9ndo alarde de

virtud, _pero al mismo tiempo proclamando reglas

y

hábítos, como no los tiene, ni conviene que los tenga

l·a sociedad civil. Los lectores han con1prelidido, que

~ablamos

de los tres

votos

tremendos de

pobreza, obe–

diencia

y

castidad,

los cuales, si en el órden místico

tienen -perfeccion teolójica, no son aceptables,

y

mu–

cho menos P,referibles en el órden

soc~al,

y

en la vi-