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tepasado , ¿qué garantía nos darían
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su sinceridad,
ó
de que no llevaban 1nas que el nombre? ¿Acaso sus
juramentos, su honor?
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¿,no sabemos lo que im–
portan
sa.~
palabras esplicada por jesuitas, en sus
resorYas, restricciones,
y
el arte de dirijir la intencibn?
Si dij eseis, que no sosteneis esas invenciones, me–
nos es decirlo sencill amente, que asegurado bajo
de juramento, llamancloos j esuitas, porque llevais el
nombre,
y
lo llevais ufanos. Si negais otra vez, que
los antiguos j esuitas hubiesen sostenido las proposi–
ciones estampa.das en sus libros, ¿no lo negaban ellos
mismos, no llamaban calumniadores á sus adversa–
rios, no negaban sus hechos espantosos, como si
á
fuerza ele audacia los hicieran increíbles?
Y
luego se
presentaban audaces
é
imp11dentesálafaz de las nacio–
nes, negando la evidencia, como ostentando el des–
cubrimiento de una perversidad esqnisita, de una mi–
seria nueva en nuestra pobre humanidad. ¿Qué ·dirán
pues, qué harán los j es uita:S
de ahora, que no hayan
dicho y hecho sus padres?
Volvamos á decirlo---vosotros mismos os llamais
jesuitas, y dais en tal nombre un testimonio contra
vuestras esplicaciones
y
protestas;
y
de nuestra parte
os hacemos la justicia de creer, que gustosos
y
enva–
necídos repetís ahora la palabra de Ricci, en todo su
sentido, con toda su arrogancia, llenos de su espíritu,
• y
puestos á su
lado---seamos lo que somos,
ó
no seamos.
Negad vosotros
y
vuestros escri·wres, que se hubiese
dado esa respuesta: aun cuando ellábio ele Ricci no
la hubiese proferido, estaba en su corazon
y
en el
vuestro, porque está en el corazon de la compañia.
"La imposibilidad de modificaros, ha dicho un escri–
tor, de modificaros en el fondo, al tomar diversas for–
mas, es justamente la fuerza
y
la debilidad de esta
compañia: esa imposibilidad la pone frecuentemente
en laagon1a; pero ella tambien le impide morir." [345]