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el instituto de .la compañia, sus constituciones, ni mi
bnla, aunque sea en uno de l!lus artículos.·))
Por fortuna, la prohibicion misma, tan exajerada
y
poco reflexiva, despierta la curiosidad de examinar el
· instituto
y
l~s
constituciones
y
las bulas
y
sus lib.t·os,
haciendo~.uso
de la razon que Dios nos ha dado, para.
juzgar la humana obra de San Ignacio de I.oyola en
su compañia,
y
los apéndices de Lainez
y
Aquaviva,
verdaderos fundadores de esa sociedad en cuantQ
á
su~
desmedidas pretensiones,
y
el grado espantoso
que llegó
á
tener en las naciones. La lectura
y
1~
me–
ditacion han hecho ver la absurdidad é inoons.ecuen-–
~i·a
y
contradicciones del sistema. , con el nombre que
llevaban sus patronos
y
secuaces;
y
descubrirán mas
todavía de lo que dejamos dicho. Y á los que en el
despecho llamaron
~entirosos
y
calumniadores á los
adversarios, se les han mostrado los documentos que
comprobaban la verdad,
y
los tomos
y
títulos
y
páji–
nas que daban testimonio irrecusable de las absurdas
y
maJas doctrinas que defendieron
y
dejaron estam–
padas autores jesuitas para la enseñanza;
y
su
· astuci~
groserísima, de decir lo suyo
á
los'adversarios,-mien–
te como un jansenista:
los jansenistas no tenían doctri–
l}a para mentir.
N
o dejen de observa·r los lectores, que cuando los
padres jesuitas prolongaban el plazo
y
multiplicaban
las condiciones para vestir el hábito, todo Jo allana–
ban al tratarse de perdonar pecados
y
distribuir la
gracia; lo que en otros términos quería decir, que en–
tre ellos menos se necesitaba para llegat
á
Dios, que
:pa:ra e-ntrar en la cornpañia. Este punto de vista es
culminante
y
recibe mucha luz, pues se
descubr~
á
U11
ti~mpo
miseria humana, astucia y ·audacia¡ mas
q~e
humanas,
y
algo
m~s
que no merece gratitud ni
a.l~ba,n~a.
'
~64.
Y
á
vista de lo dicho ¿será aceptable la com–
pañia? ¿Negarán ·sus defensores, negarán ellos mis–
~
os los hechos que quedan referidos
y
documenta–
dos? Este es el último recurso para sn
vergüen~a,
~ues
se degradan sin advertirlo, apelando
á
'un
re-