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POR MANUEL M.

IJALA.ZA

..'K.

126

,

, obtenido ningun resultado, malog1·ándose

el éxito de la segunda cruzada.

' l\liéntras tanto

el

Reíno de

J

erusalém

apénas

podía

sostenerse contra los infiel-es

que t.riunfaban

á

las órdenes de Nuredino.

A

la muerte de éste, su suaesor

el

gran Sa–

lad

ino continuó la carrera de sus triunfos,

venció

á

los cristianos en la sangrienta ba–

talla

de

Tiberiades

y

tomó

á

Jerusalén.

Los

cristianos tuvieron que salvar su vida

á

fuerza de oro, muchos fueron arrojados

de la ciudad

y

las iglesias convertidas en

me7.quitas. ·

Tel'cera

Cruzada.-La

noticia de la toma

de

J

erusalém por Saladino llenó

á

la Euro–

pa de una gra consternación. Se estable'..

ció el diezmo Saladino, el Papa Gregorio

VIII

dirigió circulares

á

los reyes, exitá:u-·

dolos

á

la defensa de los Santos Lugares,

y GuillermG Arzobispo de Tiro

pr~dic{>

una tercera cruzada. · El movimiento fué

más general que en las anteriores: casi toda

la Europa se arm@; y Federico Barbaroja

Emperador de Alemania,

F~lipe-.A.ugusto

Rey de Francia,

y

Ricárdo Corazón de

León

Rey

de Inglaterra fueron los jefes de

la expedición

[1190].

El ejército alemán

pereció casi todo 'en Xsia,y el mismo Empe–

rador murió

ahoga.do

en un río de SiJicia.

Felipe-Agusto

y

Ricardo marcharon por

mar,

y

llegados

á

Palestina, pusieron sitio

á

la ciudad de Toleinaida que se rindió al

c~bo

de dos años. Hubieran podido recon-