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espíritu de secta supo calcular bien las medidas para llenar el gran
vació, y excogitar un sistema capaz de acallar, sí era posible, las
conciencias. Pusieron en el punto culminante la grandiosa obra de
la redencion
y
los infinitos méritos del Redentor, y en seguida
proclamaron
e~te
principio, que desde Lutero y Calvino hásta
nuestro Dr. De Sanctis ha sido el tema favorito de los predicantes
reformados.-
«
soLo
LA FE
en Jesucristo justifica al hombre, sin
»
las obras de la ley. La condicion pues, que Dios ha puesto para
»
redimirnos y perdonarnos los pecados, por la s·angre de Jesu–
»
cristo, no es la confesion;
rá
NINGUNo de nuestros procedimien–
>>
tos; es sola la fe en Jesucristo (
f).
»
Y esto lo repiten hasta el
fastidio. Principio alhagüeño, sin duda; pero funesto, corruptor
y
desolador en sumo grado. La historia ha consignado, con carac..
teres de sangre en largas páginas, las horrorosas consecuencias que
ha producido ese principio. No es este el lugar de recordarlas.
Solo tratamos aquí de poner en trasparencia los absurdos que ex–
traña esa teoria.
Por de pronto, la sola posibilidad de este sistema reduciría al
cristianismo
a
un puro idealismo.
La sede de la fe es el entendi–
miento humano, que para creer en Jesucristo debe retratárselo en
la imaginacion segun las inspiraciones de su espíritu privado. Los
colores, de que dispone para la elaboracion de este retrato, son
naturalmente aquellos de que se halla surtida la paleta de su co–
razon~
ó los que le proporciona su escuela ; los cuales han solido
dar por resultado-el cristianismo convertido en racionalismo, ó en
materialismo,
ó
en panteísmo,
ó
en otro de los absurdos sistemas,
de que esta plagada la filosofia moderna.
¿Qué laya de cristianismo seria este encerrado en el templo del
entendimiento humano? Un cristianismo
invisible,
sin culto exte–
rior, sin ritos religiosos, sin moral.
El bautismo_, el pan_, la Biblia,
(i)
Ensayo,
p. 77, 78
y
en otros Jugares.