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-12-

lazo~

y

se arroja

á

cometer la mas horrible perfidia. Hijo del polvo

ambiciona los atributos divinos sin saber ser racional,

y

con la pre–

·tension insensata de

ser como Dios,

traba la lucha con el omnipo–

tente conculcando sus mandatos. El crímenes grande; pero no son

menos fut1estas sus consecuencias. Desde ese instante el hombre

sufre una espantosa transformacion. Proscrito

y

degradado se ve

rodeado de la densa niebla de la ignorancia, que le hace confundir

el bien

y

el mal. Su corazon se convierte en un semillero de corrup–

cion

é

inclinaciones feroces. El crímen se hace hereditario

y

sis–

temático en su descendencia,

y

se propaga

y

multiplica con las fami–

lias

y

los pueblos: el mundo entero es un campo en que se cultivan

los vicios mas infames

y

en que se reproducen las mas sangrientas

escenas.

La prostitucion

y

el homicidio entraban en los principios de la

moral pagana,

y

hacían parte con las impertinencias de las fabulas,

en el culto de la Religion. Ofuscada la idea del Dios verdadero, las

divinidades germinaban del seno de la tierra,

ó

salían del cieno de

la corrupcion. Las naciones que se preciaban de mas·cultas, no po–

seían mejores sentimientos, ni mas ilustracion. La Grecia idolatraba

á

Venus con obscenisimas prostituciones. El famoso Solon erigia en

Atenas un templo á esta diosa, á quien la filosofia babia consagrado

un coro de rameras. Roma misma apesar de su gravedad

y

gran–

deza, no concebía mas decorosa estima de la Religion: daba los

honores divinos á la materia inanimada bajo el nombre de

dioses_,

que se multiplicaban sin cuento,

y

á los cuales consagraba las im–

pudicias del teatro

y

los espectaculos sangrientos de los gladiadores;

es decir, cuanto se puede imaginar de corrompido

y

cruel

(1.).

En

suma, el error, la barbarie? la idolatría, la corrupcion mas espan–

tosa: he aquí el a'bismo en que se veía sumida la humanidad

despues de haber entrado el pecado en el mundo.

(1) Bossuet,

Disc. sobre la hist. univ.,

2e

part., c.

XVI,

p.

2oq,,

edic, de !738