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EDICTOS.

les, sinó que fué preciso, que á los prin !ipios del 4. Sí–

glo San Faviano P apa mandasse, que

y<í

que no frequente–

mente, á lo menos tres vezes al año Comulgassen los Lai–

cos; assi se reconoce en el

Cap. et si

16.

de Con. dist.

2.

y

en el Concilio Agarense celebrado el año de 506. fue de·

finido, que, el que no Comulgasse en la Natividad del Se–

ñor, Pasqua de

Restir~:eccion,

y

Pentecostes, no se tuvies–

se por Catholico,

y

en el año de 813. se confirmaron es–

tos mismos Decretos en el Concilio 2. Turonense, govcr–

nando la Iglesia el Papa Leon III. hasta q)le en el de 1215.

bájo de Innocencio III. se redujo á una sola annua Com–

munion, las que, en otro tiempo, havian sido cotidianas,

y

desp_ues reducidas á las tres mas solemnes Festividades

del Señor; Sin duda

ó

dolor! porque aquel gran Pontífi–

ce,

y

Padres del Concilio conocieron la infelicidad de los

tiempos,

y

hasta donde havia llegado la decadencia de la

disciplina, piedad,

y

devocion Christiana,

pudiendosse de~ir

de ellos,

Ad ea ·usque tempom peTventwm est, ut neque rna–

la nost?·a possurnus J!at;í, nec ?'ernedia.

Sin embargo Jesu–

Christo, que nos tiene prometida su assistencia, hasta Já

consumacion del Siglo, aun en los mismos tiempos mas ca-

' lamitosos,

y

decadentes de la Iglesia, ha dado auxilios, pa–

ra que en infinitos Fieles se conservasse la sagrada hambre,

y

ardiente sed de su Divino Cuerpo; y assi

á

mas de tan–

tas Religiones establecidas de ambos sexos, en que son tan

frequentes las Comuniones, .y continuados los exercicios

de piedad,

y

devocion, aun en el Siglo se encuentran Al–

mas, que I:ecogidas á vna vida interior.

y

espiritual fre–

quentau los Santos Sacramentos, pero al mismo tiempo se

hallan otras, especialmente en

el

sexo femenil, que satis–

feJhas de su propria conciencia, en que no les punza algun

pecado grave se arrojan

pres~mtuosamente

al tremendo Sa–

crificio del Altar,

y

diariamente

á

su voluntad se lo admi–

nistran los Dil·cctores, que debiendo moderar la facilidad

del sexo, le hacen complacencia con su consentimiento,

y

ellos se echan sobre sí un cargo, de que gravemente

serán residenciados. En estas circunstancias nuestro Pas–

toral ministerio nos pone en la precisa obligacion de aten–

der á dos opuestos extremos, como son: á persuadiar la

oportuna frequencia de Sacramentos,

á

los que solo se con–

tentan, con hacerlo vna vez a] · año, y dar reglas de Pru·

dencia, para que la Comunion co tidiana solo se permita á

Almas fervorosas, muy espirituales, y de quienes de dia