[ 64 ] ·
de luces y consejo en su solicitud general por. los in-·
téreses de la igl esia, puede encontrar unas y ·otro
hasta cierto punto en sus congregacione>:, cuando han
_ sido de bidamente formadas; pero es muy cierto que
estás luces tan necesarias abu nd an mas copiosamen–
te en la totalidad del cl ero, es decir, en todo el cuer–
po de
1~
iglesi·a romana, que en una
s~la
fraccion co•
mola de las congregacion es, En el cuerpo de
1 ~
igle–
sia roman a es donde· verdaderamente <>e encuentran
las Juees de la santa s·ede. Los que. tienen a lgun co–
nocimiento de la antigüedad, saben que la iglesi a de .
Roma se tuvo siempre por la primera y de mas lustre,
ora á causa de su di gn id ad y autoridad, ora en razon
de su particular esmero en conservar la pureza de
la fé y el vigor de la disciplina. Pues precisamente
esta iglesia tan autorizada y respetada se .mostró en
todos casos, como ya lo he observad u ·mas de una vez,
sumamente solícita de referirlo todo
á
la autoridad
del concilio, muy á diferencia de las congregaciones
romanas; y ha mantenido esta misma solicitud hasta
los últimos siglos. No se contentaba el papa con re–
currir
á
,;u·clero en los negocios ordinarios, sino que
convocaba los obispos de la provincia de Roma y los
de las mas inmediatas; y en los asuntos árduos y
de mayor importancia llamaba tambien los obispos
de las provincias suburbicarias, y
á
veces los de las
otras provincias de occidente. En estos concilios,
comunmente Teunidos en Roma, nombraba el papa
legados para los del oriente; se formaban decisio–
nes que debían someterse al exámen de los genera–
les; se contestaba
á
las dudas y preguntas de los
obispos; se form aban reglamentos oportunos, y se
tomaban medidas convenientes á su ejecucion; en
una
p~labra,
se examinaban y te rminaban todos los
negociOs que interesaban á la iglesia. ¡Qué lejo,s
están las congregaciones modern as de representar
aquellas venerables asambleas, reunit· sus luces, y