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[ 246 ]

te resuelta la dificultad presentada con tanto apara–

to, y con que se ha hecho tanto ruido. "La comunion

edesiástica, diee muy bien el autor ·del analísis de

las prescripci¿nes, no e)J:ije una ponfurmidad· perfec–

ta de inclinaciones, pensamientos

y

afectos en todo

lo que no interesa á la fé y la caridad

: .

. . .Existe en

la uniaad de la iglesia,

á

pesar de la difenmcia ac–

cidental de ritos, y diversidad de <?Piniones, que no

atacan la regla general . . . . La iglesia romana es el

conducto de la comunion eclesiástica; per0 para con–

servar esta, n0 es necesario comunicar con aquella

en todos sus ritos y opiniones; Roma tiene tambien

su9 usos, como las demas iglesias particulare,s ....

Como ellas tiene sus máximas y opiniones privaJ

das .... que no entran en la regla general de la fé.

Nuestra comunion se restringe. al punto en que las

demas ·iglesias comunican con la de Roma, y esta.

1·ecíprocamente con todas. Fuera de este punto, Ro–

ma no es m

a~

de una iglesia particular, y ya no pue–

de considerarse como signo de la unidad. En efecto,

¡,,como podría yo comunicar por su interposicion

con la iglesia universal, tratándose de sentimientos

que ella no profesa públicamente, ni reconoce por

suyos!" Estas son las nociones justas y exactas del

centro de la unidad eclesiástica, indebidamente con–

fundidas con la de un <:entro absoluto, ilimitado y

despótico.

.

'

§.

VIII .

Conviene pues distinguir dos especies de artículos:

unos constituyen la profesion pública y notória de

la iglesia católica,

y

distinguen sus fieles de las sec–

tas q':fe se le han separado; y otros son de menos

notoned!id, acerca de los cuales disputan entre sí los

católicos, sin salir del seno de la iglesia: relativa–

mente

á

la primera clase, el papa y su iglesia son