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sar un apuro, ó para envolvet• en tin ieblas el asunto, y ilevar–

lo á los laberintos de

la

escuela, probando uua proposicion

por ella misma , como suce de en nuestro caso.

Sostenía nu estro doctor l\'Iorc no con curialistica co nfian–

¡;a, que "el se ntid o claro y justo d e los padres, fué asegu–

·rar contra los montanistas la perpe tuidad del poder de per–

donar pecados e n

la

Ig lesia." S i nuest ros lectores se toman

el trabajo, como nosotros lo h emos -h echo. de rejistrar los

escritos de San Ag ustín de donde co piamos las sentencias

a l caso, verán por si tni smos, cuanta ha sido la lijereza de

la asercion proferida. E n ning uno de los menciollados es–

critos se propuso San Agustín ref11ta1· el e rror de los mo11·

tanistas y no vacianos, sino objetos mui di '.'ersos. Cua ndo .

en uno de ellos nombra[, iHon ta no, fué. pa ra decir, que el

Espíritu Sa nto h abía venid o

á

la tierra, antes de que

los

Catafrigas ·creyeser> que viniera en la persona de San Pa·

blo ó de Montano; y cu;111do entre los errores que impug·

na: nun1era el de los

cata·ros,

ó

novacianos, que negaban que

la Iglesia de Dios pudiese p erdonar

todos

los

pecado·~,

e>

suponiendo siempre que las llaves fueron dadas á la Ig le–

sia-nolunt c•·ede·re elatas Ecctesia; claves.

Por otra p·arte, a unq ue los padres bubiesen sostenido la

perpetuidad de las llaves despues de la muerte de Pedro y

los demas apostoles, ¿se seguiría que las llaves no fueron da–

das

á

la Iglesia? Por el contrario, sino era un noeclio mas

eficaz para convencer

los novacianos, ele que

la

p<;>testad

de perdonar pecados permanecía en

la

Iglesia, pues á ell a

le fué dad a, por lo menos lo sería tanto, corno si ,la prome-

sa se hubiese dirijido

á

San Pedro

y

sus sucesores.

.

Quien quiera rejistrar el cap. 30 del lib. de

ag one cns–

tiano,

advertirá cuan termina ntes y perspicuas so n las esprc –

siones de San Ag uslin , para que ni de lejos se prestáran al

sentido

claro yjusto

del doctor M oreno. Porque, como si

p reviera el Sa nto, que algujen había de interpretar siglos

clespues sus sei1tencias, quiso a lej ar la menor trepidacion, y

discurrir de modo, que quitára aun el pretesto de desfi gu–

rarlas sus comenta dores.

Pedro •·ecibió ta p otestacl de atm·

.'/

desatc;r,

FIGURANDO

á ln Ig lesia.

Y para· que se recono–

ciera, sin poderse negar, su pensamiento, de que "la I g lesia

recibió por med io de Pedro,

y

no <'Ste pa ra sí mismo" la

-potes ta d , despoja,por

u11

momento á Ped ro del disting uido