'do
á
entender la voz de la verdad , ni menos pueden ser ciertas
las ilaciones que saca
el
R. Obispo.-.
Persecucion de la
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La tercera cláusula se reduce
á
la
conclmion, que de·
IjJesia."
duxo este Prelado diciendo :
El
~yno
está perdido por la persecu–
cion de la Iglesia, ¿que !Jace el P. Confesor?
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Estas expresiones no dexan de encerrar bastante énfa–
sis , y son en .todo sinónimas con las que se vertieron general–
mente en
el
Reyno, para conmoverle : conociendo los diestros
esparcidores de estas tumultuosas declamaciones , que ninguna
voz podia ser mas eficaz en España para tocar
á
rebato, que
llamar
el
númen
á
la scena·; gritar que la Religion estaba perdi–
da; y hacer que estos ecos
sali~sen
·por todas partes, abusando
hasta de la predicacion , del Confesonario y de los discursos fa...
miliares , parecidos en todo
á
la multitud de sátiras, con que
se inundó , y quiso halucinar al Reyno.
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Se llamaba
hereges
á
los que no se querian colocados:
se tomaba
el
prerexto del Marques de Squilace, para lebanrarse
los particulares contra
el
Gobierno , y la doctrina del Tyranici–
dio y Regicidio se autorizaba con la pretendida persecucion de la
Iglesia; en cuyo caso la sostienen sus defensores , y se creen árbi–
tros para decidir
el
critico momento de quando tiene,
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no lugar.
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o
Preceden eh todos los motines supersticiosas profe–
das ,
ó
por mejor decir especies anticipadas de los horribles pro–
yectos, que se intentan poner en obra, y en los incautos Pue–
blos pasan por tales; y si algun Prelado de candor entra en estas
profecías, aunque ignore
el
mysrerio oculto que las gobierna;
las cosas se exasperan, y se toman los tumultos por actos meritorios•
.1
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~alquiera
que lea esta Carta con
reB.ex!on , _y coteje
los sucesos pasados, que por notorios no necesitan ahora máyor
individualidad, se convencerá por sí mismo que nada es mas
arriesgado contra la quietud de un Pueblo , que semejante .es–
pecie de cartas
ó
escritos, que abusando de la Religion, anun–
cian infaustos sucesos y reboluciones
J
porque ellos mismos son
los que las inducen
y
propagan.
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8
z.
El R. Obispo confiesa paladinamente estas prediccio–
nes
y
haberlas hecho él;
y
lo que es mas, las atribuye
á
la per–
secucion de la Iglesia ,
saqueada en sus bienes, ultrajada en sus
Mi–
nistros
y
atropellada en su inmuniclad.
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Esta confesion en boca del R. Obispo hace la prueba
mas completa de su modo de obrar
y
de pensar : no es una ca.:.
l¿umnia que le haya suscitado la emulacion, sin6 una espomanea
de-