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'do

á

entender la voz de la verdad , ni menos pueden ser ciertas

las ilaciones que saca

el

R. Obispo.-.

Persecucion de la

·

9

7 7

La tercera cláusula se reduce

á

la

conclmion, que de·

IjJesia."

duxo este Prelado diciendo :

El

~yno

está perdido por la persecu–

cion de la Iglesia, ¿que !Jace el P. Confesor?

9

7 8

Estas expresiones no dexan de encerrar bastante énfa–

sis , y son en .todo sinónimas con las que se vertieron general–

mente en

el

Reyno, para conmoverle : conociendo los diestros

esparcidores de estas tumultuosas declamaciones , que ninguna

voz podia ser mas eficaz en España para tocar

á

rebato, que

llamar

el

númen

á

la scena·; gritar que la Religion estaba perdi–

da; y hacer que estos ecos

sali~sen

·por todas partes, abusando

hasta de la predicacion , del Confesonario y de los discursos fa...

miliares , parecidos en todo

á

la multitud de sátiras, con que

se inundó , y quiso halucinar al Reyno.

·

9

7

9

Se llamaba

hereges

á

los que no se querian colocados:

se tomaba

el

prerexto del Marques de Squilace, para lebanrarse

los particulares contra

el

Gobierno , y la doctrina del Tyranici–

dio y Regicidio se autorizaba con la pretendida persecucion de la

Iglesia; en cuyo caso la sostienen sus defensores , y se creen árbi–

tros para decidir

el

critico momento de quando tiene,

6

no lugar.

9

8

o

Preceden eh todos los motines supersticiosas profe–

das ,

ó

por mejor decir especies anticipadas de los horribles pro–

yectos, que se intentan poner en obra, y en los incautos Pue–

blos pasan por tales; y si algun Prelado de candor entra en estas

profecías, aunque ignore

el

mysrerio oculto que las gobierna;

las cosas se exasperan, y se toman los tumultos por actos meritorios•

.1

9

81

~alquiera

que lea esta Carta con

re

B.ex!on , _y coteje

los sucesos pasados, que por notorios no necesitan ahora máyor

individualidad, se convencerá por sí mismo que nada es mas

arriesgado contra la quietud de un Pueblo , que semejante .es–

pecie de cartas

ó

escritos, que abusando de la Religion, anun–

cian infaustos sucesos y reboluciones

J

porque ellos mismos son

los que las inducen

y

propagan.

- ·

9

8

z.

El R. Obispo confiesa paladinamente estas prediccio–

nes

y

haberlas hecho él;

y

lo que es mas, las atribuye

á

la per–

secucion de la Iglesia ,

saqueada en sus bienes, ultrajada en sus

Mi–

nistros

y

atropellada en su inmuniclad.

9

8 3

Esta confesion en boca del R. Obispo hace la prueba

mas completa de su modo de obrar

y

de pensar : no es una ca.:.

l¿umnia que le haya suscitado la emulacion, sin6 una espomanea

de-