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-190-

zacion

y

moralidao popular, donde el catecismo cató–

lico

y

la predicacion

evang(~lica

tenazmtmte persegui–

dos por aquella,

hnyan

sido

suprirnidos y fugnsmente

sojm,ciados?

Lo

hemos visto en la reseíla histórica

consignada en los primeros capítulos de Psta obrita: la

gangrena inmoral corroyendo el cuerpo social, la

anarquía popular, la clestruccion

y

pulverjzarion del

edificio social por el petróleo; he ar¡ní lo que ha pro–

ducido la filosofla ultraliberal en el seno

ele

las socie–

dacles 1nodernas.

La sociedad humana, pues, no se reforma

ni

conser–

va, sino por los mismos mPdios, que

fué

forn1arla

y

or–

ganizada.

La

palabra

de

Dios

que

1~

dió

fll

ser, la

doctrina evangélica prerlicada por todo el mundo por

los

apústo1es de Jesucristo, que la levantó

y

reformó

de las ruinas operadas

por el

pr-1ganistno,

es ·

la única

tabla

de

salvacion para las sociedaoes mooernas en

el diluvio universal que ha inieiado sus inundaciones

corruptoras

y

deletereas.

Sin

durla los llhnos.. señores obispos con Pl respeta–

ble cirro sPcular ocupan,

y

deben

ocupar, el primer

lug·ar

y

tomar la parte principal en esta obra de res–

tanracion n1oral-socinJ. Sin embargo, ellos rnismos

confiesan

que

sus reducidas fuerzas no son suficifmtcs

para obra tan colosal. Ellos invocan la inst.itueion del

Hombre -Dios que

dió

á

los Apóstoles un cuerpo de

colaboradores

y

de dos en dos los c•nvió

á

predicar

el

'reino de Dios

en

toda ciudad

y

pueblo

en

que El habia

de ir

á

establecer su culto,

y

reformar las eostumhres.

Las corporaciones religiosas, f1mdadas

en

los precep–

tos

y

consejos evang{,licos, han sucedido

en

su lugar

y

han continuado su rn1nist.erio. Con frecuencia se vé

á

sus mietnhros

dispen~'·ar

grrcdis

el pan lnot·al

á

todo

hambriento 6 necesitado, pobre

y

rico, chico

y

gran–

de, que se agrupan

al

derredor de la cátedra de la ver–

c1ad. Los llama el angustiado n1oribnndo,

y

acuden

á

escuehn r su confesion ,

á

prorl igarle consuelos

y

abrir–

le con

la

absolucion sacramental las puertas de la

eternidacl venturosa. Gran parte del dia pasan senta–

dos en el tribunal de la misericordia,

á

donde afluyen

los atribu lados

y

ulcerados penitentes

á

deponer

á

sus