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de la santa sede, un derecho que ningun gobierno tie–
ne. Por lo demas, confesó la exactitud de las condi..
ciones formuladas por él, para levantar la condena
fuhninada contra la escuela nonnal de Córdoba.
En virtud de un acuerdo del consejo de minis–
tros, se devolvió al delegado apostólico
su oficio de
reclamacion diplomática
y
se exig-ió contestase en
el plazo de veinticuatro horas la nota que pritniti–
vanlente se le había dirig·iclo pidiéndole explicaeio–
nes de su conducta.
Pero el gobierno, con la espe–
ranza de llegar
á
un avenimiento amistoso, mantuvo
en la mas estricta reserva los diversos docu1nentos
de
la cuestion aiplomática. Monseñor Mattera
no obervó la 1nisma prudente línea de conducta.
Tenia~
sin duda, el propósito preconcebido de llegar
á
un rompimiento, pues faltó
á
la reserva diplo–
mática
_é
hizo publicar en un diario los documentos
emanados de su pl urna.
La publicida<l de la ofen–
sa era una agravacion de la ofensa nlisma: cerra
ba todos
los carninos para llegar
á
un desenlace
conciliador y amistoso.
¿Que debía hacer
01
gobierno despues de tan inQ
sólita como inesperada ernergencia? Ante un ag·en–
te diplomatico que
á
la sombra de sus in1nunidades
deseonocia
y
ultrajaba los mas fundamentales dere–
chos de la soberanía naciona
1
¿podia cruzarse de
brazos
y
tolerarlo? El simple buen sentido
y
las
prácticas del dereeho interna0ional le inspiraron la