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rica que aun no ha experimentado los sérios sacudí·
n1ientns que producen las exaltaciones del sentimien–
to rel!gioso. Apesar de que sus poderes po íticos no
han sentido como en otros paises los estímulos que
en favor de la defensa del patronato despiertan la
contradiccion
y
el desconocimiento ruidoso y tur–
bulento de sus prerogativas; apesar de eso, de–
cilnos, ha estado en la corriente de las ideas ex·
puestas; en sus
relaciones con la santa sede; ha
dado
á
sus derechos y ·preeminencias respe0to del
culto católico, la misma interpretaeion que en ge·
neral he1n0s dado al patronato nacional.
El 29 de Mayo de
1851,
el general Santa
Cruz
en representacion de Bolivia y el cardenal Antonelli
en representacion de la santa sede, fir:naron un con–
venio destinado
á
servir de norma á las
recíproca~
relaciones de la Iglesia y del Estado boliviano; con–
venio aceptado por el papa, pero que no quedó de–
finitivanlente consumado por haberle faltado la res–
pectiva
~ancion
del poder legislativo de Bolivia.
No obstante la arrogante actitud que en ese pacto
reveló el gobierno de la santa sede, al conceder
á
Bolivia el patronato nacional, le
a~ribuy6
expresa–
merite los tres üará('teres que tenemos precisados.
El artículo 7 de ese
~convenio
dice: . . . «El sumo
pontífice concede al presidente de la República de
Bolivia, y á sus sucesores en este cargo, el patrona–
to
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sea el privilegio de
presentar
para cualesquie-
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