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dente de la República la resolución adoptada que mere–
ció su benévola acogida.
No tardó en llegar la contestación del Sumo Pontífice
aprobando y bendiciendo la obra d el Congreso, y suce–
sivamente hicieron lo mismo el Iltmo. Sr. Arzobispo y
todos los Iltmos. Sres. Obispos.
A esto se agrega rc•n las adhesiones de los cabildos ecle–
siásticos, de los consejos departamentales de la Unión,
de las sociedades, congregaciones y particu lares, no sólo
del país sino aún del extranjero. Me nción muy especial
debo hacer, tributándole el homenaje ei•tusiasta de nues–
tro agradecimiento, de la Unión Católica de Señoras, que
desde el primer momento acogió con vivo interés la idea
del Congreso, que nos ha ayudado con su valiosa infl uen –
cia
y
que se ha prestado
á
formar una :::lección.
A la vez debemos deja r constancia de que el Centro
d e la Juventud Católica, en el que está lo más distingui–
do de nuestros jóvenes, funda da esperanza del porvenir,
contribuye tam bién á la solemnidad de l Congreso con su
concurso generoso
y
decidido, formando otra Sección y
empeñando así el reconocimiento de todos los católicos.
Tal movimiento entusiasta en favor de la obra del
Cong reso ha retemplado nuestro á nimo y vigorizado
nuestros esfu erzos.
H a habido contrariedades, oposición de unos pocos,
desentendencia de algunos de los que parecían más obli–
gados á ayudarnos; pero esas han sido notas aisladas en
el concierto general de las adhesiones
y
de las simpatías
con qne el Perú entero ha saludado á la primera de sus
Asambleas de este género.
Debemos pedir, no obstante, que se nos excuse por las
omisiones involuntarias y faltas en que hubiésemos incu–
rrido: puede ser que no hayamos invitado
á
todos los que
aquí deberían estar, ha bremos cometido quizá errores;
pero que conste que no ha habido ánimo preconcebido
de alejar á nadie, y que es muy explicable que en nues–
tras multiplicadas la bores, haya podido escapársenos
mucho de lo que habría sido conveniente hacer. Como
lo he dicho, es la primera vez que se lleva á cabo entre
nosotros obra tan complicada.
Y ahora, señores, ante el espectáculo grandioso que
ofrece nuestra Asamblea congregada en este suntuoso