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pleto de la naturaleza, ele las necesidades

y

de las condi–

ciones de nuestros pueblos. Si en algunos casos pueden

ser provechosas para los hauitan tes de la co ta, no lo son

para los d el interior y VIceversa.

El estado material y religioso de nuestros pueblos de

la sierra merece detén ido

y

especial estudio: fuera de las

poblaciones principales, nuestros indios viven en una ia –

norancia tal de toda noción de mond, de religión,

y

de

vida social

y

política que espanta. Explotado

y

oprimi–

do, el indio lleva en u corazón el gcrmen del odio

y

de

la venganza. que puede traducirse mañana,

y

que se tra–

ducirá sin duda,

á

no oponerse rerr,edio pronto

y

salu–

dable, en una conmoción

~ocia!

horrorosa, en una gue–

rra de razas, cuyas consecuencias serán tales, que com–

prometerán quizás la existencia misma del Perú. En la

costa, si no es tan grave la

ituación, no por eso es ha–

lagadora. La instrucción es deficiente

y

los hábitos de

trabajo

y

de moralidad muy poco arraigados.

En una

y

otra parte, las escasas nece idades materia–

les, el ocio

y

el alcoholismo, van enervando á nuestro

pueblo y fomentando

ti

germen de futuras desgracias.

La ignorancia es un enemigo cruel que abate

y

em–

brutece á los pueblos; "¿qué se puede creer, cuando no

se sabe nada?" Por lo mismo responsabilidad,

y

grave,

ha pesado siempre sobre los Poderes Públicos que dejan

así crecer generaciones enteras sin instrucción moral

y

religiosa.

Un pueblo sin Dios

y

sin costumbres es ingobernable,

y

día llegará en que serán víctimas de su saña

y

de su

odio los que conscientemente

y

por cálculo soc'al

y

po·

lítico lo mantienen apartado de los beneficios de la civi–

lización cristiana.

Pero en tan lamentable estado de cesas ¿pueden df'cir

los católicos que no les cabe parte alguna de responsa–

bilidad?

La respue ta debe ser categórica

y

franca tal cual

CO·

rresponde á la

ituación <:xcepcional en que nos encon –

tramos.

Los católicos tienen responsabilidad porque, siendo

mayoría en el país, toleran las imposiciones de una mi–

noría relati,·amente insignificante,

y

dejan hacer, sin de–

tenerse

á

considerar de lo que sería n capaces si unidos

y