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compactos trabajasen por el predominio de la gran cau–

sa católica, que es la causa de la civilización; única que

puede asegura r la felicidad

y

engrandecimiento de las

naciones. "Hombres de poca fe, católicos tímidos, escla–

maba un g ra n orador sagrado, ¿porqué dudáis aún? E n

vez de vacilar

y

temblar, salid al encuentro á la civiliza–

ción que avanza, ponéos con resolución á la cabeza del

movimiento; sólo vosotros podéis dirig irlo á J esucristo

y h acerle encontrar a llí, en su seno, la salvación y

el

ideal tras de que corre.''

P ero nó, el indiferentismo de: un os, el egoísmo

y

la

inercia de otros, las ideas pesimistas en no pocos,

y

el

respeto humano ó sea la cobardía moral en considera ble

porción: he ahí, señores, las causas primordiales de este

estado de cosas.

Muchos católicos creen q ue cumpliendo lo que ellos

entienden por sus deberes de ta les, en el fuero interno

y

en el seno de sus familias, eso basta

á

sati facer la pro–

pia conciencia; que nad a de las manifestaciones externas

de su fe

y

de su religión les atañe. De allí el avance cre–

ciente d e los hom bres y de los prin cipios anticatólico .

Abandonados los baluartes principales, por aquellos

que más obligación

tie nen de ocuparlos, no es extraño

que los contrarios se haya n adueñado de ellos, buscan–

d o en el corazón d e la juventud

y

en la enseñanza ofi–

cial, los mejores

y

más seguros medios, para hacer á man–

salva

y

d esde sus reductos, fuego incesante con tra los

principios católicos.

Mu

y

bien lo ha dicho un notable orador sudamerica–

no: '·quie n tiene el

cetro

de la educación, tiene el cetro

del mundo moral;

y

el Estado se arroga ese cetro

y

lo

convierte en yugo despótico, como si se le hubiera dado

á él el imperio de las almas."

lada ha sido parte á hacer sal ir á los católicos de su

letargo, ni ·iquiera la sabia

y

elevada palabra del augus–

to J efe de la Iglesia, que dejándose oír sublime. desde

las alturas del V a ticano, ha señalado los peligros

y

exor–

tado á todos para que c umplan su deber con valor y si n

re peto humano,

y

tomando el lábaro sagrado de la cruz,

como enseña de lucha, de honra

y,

en caso necesario, de

acrificio!

Con cuanta razón decía L acordaire: "La Religión no