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ha menester de triunfos, ahí está Dios para sostenerla;
pero
~í
nec·esita qne sus propios hijos no la humillen
y
no la deshonren en sus horas de prueba. Todo lo que ele
sus enemigos le venga, bien está; la vergüenza que de los
suyos le viene, es lo único capaz de inspirar desaliento."
¿Y así, tenemos derecho para quejarnos de que lama–
yo'
L1
ele nuestros Parlamentos, no sea netamente católi–
ca? ¿Qué hacen los católicos en las elecciones? ¿Qué cri–
terio los guía
y
qué lazo lo une en el ejercicio de ese
derecho augusto tle la vida democrática?
L os católicos, lo repito, dejan hacer, se duermen in–
conscientes al borde del abismo. para deplorar después
!as leyes anticatólicas,
ó
el menosprecio de sus princi–
pios
y
de sus derechos.
Los pocos representante netamente católicos que hay
en las Cámaras, no llegan allí ¡.¡or el apoyo
ó
el esfuerzo
de sus correligionarios, sino por su per onal empeño, ó
por el trabaJo de los partidos políticos á que pertenecen.
Por ser católicos, señores, no dejamos de ser ciuda–
d:.\nos, ni podemos olvidar los altos fines políticos
y
so–
ciales que con nuestra creencia se rozan. La felicidad de
la patria, su prosperidad
y
engrandecimiento tienen que
preocupar á los católicos, tanto ó más·que
á
aquellos que
creen obtener los bienes de
la
tierra in contar para na–
da con el único que los otorga, Dios.
Los católicos tienen pues la obligación de trabajar por
que lleguen á las Cámaras
y
á los !Junicipios, personas
á quienes por su probidad
y
competencia conceptúen las
más aptas
y
más dignas de ocupar puestos públicos;
y
ésta no es opinión aislada
y
controvertible, es doctrina
del Soberano Pontífice en una de sus más famosas encí–
clicas.
Pensemos bien, señores, en todas estas cuestiones que
tanto se relacionan con el porvenir
y
la tranquilidad de
la patria,
y
no nos dt>jemos sorprender por los aconte·
cimientos.
Y
ellas afectan
é
interesan no solamente á nosotros
los católicos, sino que todos los hombres de orden, to–
dos los que tienen que perder deberían acompañarnos
en tan proficua labor, siquiera no fuese más que para
impedir se socaben los fundamentos sobre que descansa
el edificio social.