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se preocupan por el bienestar

y

progreso de la Patria,

fijen su atención en los hechos arriba apuntados,

y

em–

pleen, inspirados en la caridad cristiana, todos les me–

dios que sean conducentes á la educación del pueblo y

particularmente de aquellos infelices niños que vagan en

nuestras ciudades completamente abandonados y que ne–

cesitan una mano que los arranque de los brazos del vicio.

Entre esos medios, las

Escuelas Dominicales,

es uno de

Jos de más fácil realización, y que en la práctica ha pro–

ducido, en los lugares donde se ha establecido, excelen–

tes resultados. En esas escuelas se reune á los mucha–

chos del pueblo, particularmente

á

los vagos que se de–

dican á la venta de periódicos, números de lotería, etc.,

y se les enseña

á

leer, á escribir, así como los conoci–

mientos más necesarios á la vida, procurándose de una

manera especial inculcarles sanos principios religiosos.

Corriendo generalmente estas Escuelas á cargo de socie–

dades de jóvenes, como sucede en España, en Italia, en

Francia, en la República Argentina y en otros muchos

países.

JV

Íntimamente ligado con el anterior es

el

proyecto que

voy á daros á conocer y que es también el último de

lo~

que ha formulado la Sección en cuyo nombre me cabe

el

alto honor de dirigiros la palabra.

Es indudable, señores, que para llevar

á

buen térmi–

no una obra cualquiera es menester apoyarla sobre sóli–

das bases. Así pues, si queremos educar sólidamente

á

la niñez para tener más tarde ciudadanos honrados

y

úti–

les á la Patria, es menester que procuremos grabar de

una manera indeleble en sus tiernos corazones Jos senti–

mientos religiosos. Cómo se podrá conseguir este fin?

La primera Comunión es, sin duda, el acto más trascen–

dental en la vida del católico; se le debe pues rodear de

la mayor solemnidad posible y aprovechar de la profun–

da impresión que causa en el ánimo del niño, para incul–

carle los principios religiosos por medio de una sólida

preparación, principios que difícilmente olvidará más tar·

de

y

que le salvarán de perecer en las tempestades de la

vida.