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nuestros progenitores en la Constituyente de
1822,
pre–
sidida por Luna Pizarro bajo la sombra veneranda del
gran San Martín. La que enseñó á Grau
á
morir en las
soledades de Angamos ....
Trabajando por el Catolicismo, trabajamos por laPa–
tria amada, á la que queremos ver prog-resar, para que
llegue
á
ser la primera de América, merced á la Religtón
santa que formó las g randes potencias de Europa, de los
pedazos d e tierra desprendid os del imperio romano.
En el paganismo no se podía goza r en la verdad ple–
na, de la justicia. Se las iba á tocar. á estrecharlas al co–
razón,
á
fundirse en ellas,
y
la verdad y la justicia se ale·
jaban como un espej ismo, cubriéndolas aún
á
los ojos
de Platón nuevos velos; y sólo cuando Jesucristo los des–
cubre, los proclama, vienen á salvar al mundo.
No importa que crean injuriarnos, diciéndonos
cleri–
cales;
porque estamos con los sacerdotes de la verdad,
con·los religiosos y clérigos católicos, que aman hasta á
sus enemigos desde que están ·devorados por la rojiza
llama de la caridad que sólo Dios enciende.
Si profundizaran los financistas el trascendental pen–
samiento de Francisco de Asís, proclamand o que la po–
breza es una virtud y un bien positivo, se abriría un nue–
vo campo á las clases obreras
y
hasta se remediaría la
ambición y el socialismo que devoran á los pu,eblos.
Pero los enemigos no q uit:ren nada que venga del
Catolicismo, aunque el poeta de Umbría, fuere el espíri–
tu más amplio de su época, capaz de comprender la de·
licadeza de las flores
y
el canto de las avecillas.
y
que
lleno de amor llevaba en su cerebro, cubierto con la im–
ponente capilla calada de su sudario, y un a tempestad
de pensamientos.
Para ello, como dice un gran orador: "es necesario po–
ner el corazón sobre las burlas de una filosofía raquítica
y
de una crítica enana; se puede ver rey por menos pre·
cio de las vanidades que mueren y de las malidicencias
que pasan".
Comprendiendo el espíritu del Cristianismo, hacién–
dolo imperar en las conciencias y en las instituciones, en
las leyes y en la sociedad, formaremos una g ran nación,
que se encamine á sus nobles destinos, amados sus ciu–
dadanos del trabajo, reflejando en sus frentes la moral