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nes. so::iedades y establecimientos consagrados
á
la di–
fusión de las luces, contnbuyendo, con sus famas bien
encomiados servicios, no sólo
á
la cultura intelectual de
la j uventucl, sino
á
fomentar en ella el temor de Dios
como princi¡Jio de la sabiduría, procurando que el culti–
vo ele la inteligencia y la huena educación moral y reli–
giosa. preparen á sus alumnos para
in~resar
á
la vida de
la sociedad como sumisos hijos de la !iglesia
y
como
il ustrados y útiles ciudadanos.
Las madres, sabiamente llamadas por la Divina Pro–
videncia
á
desempeñar en
t:l
hogar doméstico un augus–
to ministt>rio, son poderosísimo elemento para que se
conserve el brillo de nuestra Religión y para que la Pa–
tria tenga en sus futuras generaciones excelentes
y
hon–
rados servidores.
No olvidéis las ilustres matronas: la altura de la misión
que les está confiada; misión delicadísima que les impo–
ne austeros deberes, que les exige continuos sacrificios,
y
absoluta abnt>gación como condición ineludible para
asegurar la bien entendida felicidad de los inocentes se–
res en cuyos tiernos corazones deben imprimir con inde–
lebles caracteres el amor
á
Dios
y
á la Patria: procuren
que en el seno de la familia reine la paz, que se aspire
allí el ¡Jerfumado ambiente ele la virtud
y
que los piado–
sos
y
buenos ejemplos sean práctica escuela, firme base
y
piedra angular sobre la que de canse el edificio de la
educación de esos hijos que son
y
deben ser el objeto
de sus constantes desvelos. Grande es el premio que á
las buenas madres está reservado, como grande es tam–
bién la responsabilidad de las que descuidan el cumpli–
miento de sus deberes.
Felizmente cuenta el Perú con muchas y virtuosas
madres
y
á
ellas nos referimos, no para recordarles una
vez más sus obli¡saciones, sino para decirles que, como
poderosos auxiliares, en nuestra piadosa y patriótica la–
bor. es de alta importancia su valiosísimo concurso. Ha–
ya buenas y cristianas madres,
y
habrá probos ciudada–
nos, virtuosas familias y la Nación marchará próspera
y
feliz á la sombra de los estandartes de la Religión
y
de
la Patria.
El Centro de la Juventud Católica, dígnamente repre–
sentado en esta Asamblea, es colaborador poderosísimo: