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miento los más gra ndes espíritus se abaten, mientras que

con la unión, los más pequeños y cobardes se engrande–

cen

y

retemplan . Esta convicción animó á unos pocos

jóvenes católicos á lanzar al viento la bandera de la Re–

ligión, haciendo un llamamiento á todos los que de bue–

na voluntad quisieran unírseles para defender

y

propa–

gar ele consuno la Religión de nuestros padres. El lla–

mamiento fué escuchado: un gru po de jóvenes decididos

se reunieron á la sombra del estandarte de Cristo,

y

en–

tre los aplausos de los buenos

y

la burlona sonrisa de

los necios, nació el Centro de la Juventud Católica.

Su programa es de todos conocido: sostener y afian–

zar la moralidad de sus miembros, defender los princi–

pios sostenidos por la Ig lesia

y

propagar esos principios,

hé ahí sus fines; la observancia de ciertas prácticas pia–

dosas, la fundación de Academias científicas

y

literarias,

de escuelas dominicales y de centros recreativos para

obreros, hé ahí los medios que debe poner en práctica.

Pero no es Lima la única ciudad del Perú que necesi–

ta de Centros Católicos pa ra jóvenes. Desgraciadamen–

te la mayor parte de nuestras ciudades están más ó me–

nos atacadas de los males que ya he señalado. Es preci–

so, pues, apresurarse

á

establecer en ellas Centros aná–

logos al de Lima, dándoles, para que su acción se ej er–

za con todo el poder que pueden desplegar si se les or–

ganiza con acierto, la unidad

y

cohesión que haga de to–

das una sola

y

vasta Sociedad.

II

La mismas causas, señores, que han producido, tanto

entre nosotros, como en otras naciones americanas y eu–

ropeas, la fundación de Centros Católicos para jóvenes,

fueron causa, hace alg11nos años, de la fundación de una

Sociedad que, sirviéndose de la caridad como de pode–

rosa palanca, para conservar la fe

y

la moralidad en los

corazones juveniles,

á

la vez que socorrían las necesida–

des materiales y espirituales de sus semejantes, se hacían

á

sí mismos un bien positivo afianzándose en los sagra–

dos principios del catolicismo. Comprenderéis, señores,

que hablo de las Conferencias de San Vicente de Paú!.

Fundada esta Sociedad

por jól•enes

y

para jóvenes

se–

gún lo consigna expresamente en su Reglamento, las