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sudor de su rostro

y

de enseñarle el oficio de ca rpintero.

Durante 30 años desempeña J osé el ministerio de la

paternidad y en todos ellos cum ple con las obligaciones

de su estado, como padre legal de J esús

y

dignísimo es–

poso de María, según el beneplácito div ino, aumen tan–

do día á día

y

hora á hora el teso ro de las más altas vir–

tudes en ese hogar bendito, que era la escuela de la san–

tidad.

María á su vez, en su cuádruplo estado de virgen, de

esposa, de mad re y de viuda, es el más acabado modelo

de la mujer cristiana en todos los estados de la vida.

Niña aún, en alas de la obediencia, se desprende de

sus amantes padres para volar al templo, en cumplimien–

to del sagrado voto que estos hicieran; y allí encerrada

en el santuario, ofrece á Dios la flor de su virginidad

y

pasa sus horas entre la oración, el trabajo de manos y el

servicio del templo, ajena á los acontecimientos del mun–

do y suj eta á las disposiciones de los que la gobierna n.

A los

15

años, cuando los sacerdotes determ ina n dar–

le un esposo, no obstante su contraria resol ución, al fin

obedece, confiando en que Aquél que ha aceptado su

perpetuo sacrificio, guardará intacta esa virginidad que

le ha consagrado, como primicia d e su amor y etern o re–

conocimiento.

Unida su suerte á la de un pobre artesano, María

acepta g ustosa esta humilde condición y desde luego mi–

ra á José como á un padre á cuya compañía y servicio se

consagra. Sólo una vez se separa de su lado, y esto con

su beneplácito, para cumplir con un deber sagrado de ca–

ridad ; visitando en la ciudad de Ain

á

su prima Isabel,

madre del fu turo Precursor, en cuyo camino la acompa–

ñan sus parientes, como era costumbre entre los judíos.

Después de san tificar con su presencia la casa de su pri–

ma, regresa

á

su hogar, donde cumple con todos los de–

beres domésticos: barre la casa, conduce agua de la fuen–

te, prepara el alimento de su esposo, hila y teje para

SO·

correr á los pobres con el fr uto de su trab;1jo y santifica

todas sus obras, por medio de una oración continua.

Acompaña

á

José en sus penosas peregrinaciones á Be–

lén, Egipto

y

azaret

y

comparte con él sus alegrías,

sus dolores y sus sacrificios.

Si sale de casa, es sólo en las principales festividades

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