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cos. magistrados probos, literatos insignes, médicos ca–
ritativos. pundonorosos militares, comerciantes honrados
y laboriosos artesanos, es decir, todos los buenos elemen–
tos de la sociedad.
VII
Ahora me ocurre preguntar ¿Por qué en este siglo, lla–
mado por an tonomasia
el úglo del progreso
y
de la ilus–
tración.
en el c•Jal la luz del Evangelio se ha propagado
por todo el globo, alumbrando con sus luminosos rayos
hasta las más remotas é incógnitas regiones, las nacio–
nes q-ue antes eran la gloria del cristianismo, por su fe
viva y ardiente caridad, retroceden hacia el paganismo
con agigantados pasos? ¿Por qué el
deísmo
con todas sus
aberraciones,
d
socialismo
an tago nista de la sociedad, el
raáonalt'smo
destructor de la recta razón, el
indejerentis–
mo
enemigo de toda creencia relig iosa. el
masonismo,
el
satánico
esj;t'1-itismo
y tantos otros herrores, erigidos en
sistemas, se han extendido con tanta rapidez en esos.
g rand es centros de civilización? ¿Por qué rei na en todas
partes el egoísmo, la corrupción y la anarquía? ¿Será
que la doct rin a del Salvador haya perdido su fuerza vi–
vificante, ó que sea insuficiente ya, para salvar las mo–
dernas sociedades del mal que las amenaza?....
!Nada
de esto, señores! la terri ble situación actual, que todos
depl oramos, proviene en mi concepto de que la familia
cristiana elemento de la sociedad. se halla por lo común
degenerada ; ya no es la copia fiel de su modelo, la
Sa–
grada Famdia,
como en tiempos más felices.
H oy no se considera la
vocación
como indispensable
para el matrimonio; y sólo á este siglo positivista, en que
el interés es el ídolo
á
que se sacrifican los más íntimos
afectos del corazón le estaba reservado comerciar con el
más sagrado
y
trascendental de los contratos; por eso
vemos establecidas
al~encias
de matrimonios,
en las cua–
les se proporciona, como en subasta pública, esposos
y
esposas por el tanto por cien to del capital que estos re–
presentan. ¡Especulación infame y escandalosa! que las
mismas leyes toleran en algunos pueblos que se precian
de
progresistas;
no obstante que con dicha tolerancia se
degrada la dignidad del hombre.