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- U7-

l!óle Dios

y

de los hombres.

(Luc. 2-52). Amaba

á

sus pa–

dres con un amo r deífico, los consolaba con su presencia,

Jos ll enaba de caricias

y

gracias sobrenaturales; asistió

-con la mayor piedad

á

J

usé en sus últimos momentos

y

.reci bió su alma en sus divinos brazos.

Una vez lanzado á laviJa pública, una de sus primor–

diales obras fué elevar el matrimoniD

á

la clignidad de

sacramento, al asistir

á

las bodas de Caná de Galilea,

donde realizó su primer milagro, á solicitud de su San–

tísima Madre,

y

en favor de los nuevos esposos, convir–

tiendo el agua en vino. Restableció la

14nzdad,

indisolu–

-bilidad )' santidad

de la unión conyugal; restituyó á la

muje[ su dignidad primitiva, é hizo ver que ella es com–

pañera

y

no sierva del hombre. Confirmó la autoridad

del padre sobre los hij os, la cual jamás debb degenerar

e n tiranía, porque éstos eran depósitos que Dios confia–

ba á su Clilidado,

y

ele los cuales tendría que dar cuenta

estrecha en el supremo tribunal; llamó

á

los pequeñue–

los para bendecirlos

y

los comparó con los ángeles del

Cielo, anatematizando

á

los que los es;.;andal i.zan y co–

rro~11pen.

(Math. 19-14- Luc. 17-2 .)

E l, por último, como verdadero Redentor, li bertó al

hombre de la esclavitud del Demonio, del mundo

y

de

las pasiones, enalteció las virtudes, proscribió todos los

vicios, hizo ver que los dioses del paganismo e ran ídolos

vanos

y

que no existía mas que un solo Dios creador

y

conservador del U ni verso, al que se debe adorar e n

espí~

ritu

y

en verdad

G

uan 4-23. ) En su código divino regla–

mentó todo

los estados, dcclara r1clo que entre ellos el de

la virginidad es el más perfecto; instituyó los sacramen–

tos como medios de justificaci6n, estableció su Iglesia,

bajo el mao-isterio de Pedro, el cual en consorcio con los

demás Apóstoles debía propagar el Evang-elio por todo

e l mundo;

y

cuando hubo consumado la obra magn;:¡ de

la regeneración humana entregó su espíritu en la crm:.

Quan

19-30)

¡Hombres ingratos que ren\gáis de Jesucristo,

y

en

vuestro odio satánico contra El olvidáis los beneficios

que

1~

debéis: recordad, al meno'>. que la

civihzaciÓJZ del

mmzdo

y

la regeneraciÓJt de la soáedad doméstica,

que ni

los filósofo paganos con su decantada ciencia, ni los le–

gisladores con sus múlriples leyes, ni los Césares con su