Previous Page  164 / 376 Next Page
Information
Show Menu
Previous Page 164 / 376 Next Page
Page Background

- 148-

omnímodo poder, ni Jos tribunos con sus demagógicos

discursos pudieron realizar; sólo se debe al Hombre-Dios,

ante cuyo nombre, mal que os pese, se dobla toda rodi-

lla en

el

Cielo, en la tierra

y

en los abismos........

!

(Pau.

ad Philipp. 2-ro).

VI

Remontémonos, señores, á los primeros siglos del cris–

tianismo; penetremos en las catacumbas, en esa especie

de colmenas subterráneas, en dond e los primeros cristia–

nos encerrados como laboriosas abejas

y

alimentados de

las flores de las virtudes. elaboraban el común panal de

la caridad, con que endulzaban

tod<~s

sus amarguras

y

se confortaban para resistir con valor la cruel persecu–

ción que sufrían de parte de los tiranos. Allí, en medio

de las más grandes privaciones, las familias, unidas por

el vínculo de la fe, vivían felices y contentas; la paz más

completa reinaba en sus corazones; los esposos

y

los hi–

jos, siguiendo las huellas de la

Sagrada Familia,

llenaban

todos sus deberes religiosos

y

sociales. Esa especie de

sepulcros, en que voluntariamente se encerraron duran–

te tres centurias de años, fué para ellos un verdadero al–

cázar en que se guarecían de la horrible tempestad que

rugía sobre sus cabezas: la tempestad de crímenes de

Roma pagana.

A medida que la semilla del EYangelio se propagaba,

producía sus frutos bienhechores: los ídolos caían derri–

bados por tierra, los paganos se convertían

á

millares,

abandonando sus antiguas costumbres; poco

á

poco des–

aparecía la prostitución, cesaban los sacrificios humanos,

y

la cruz regeneradora del mundo se elevaba triunfante

sobre las águilas capitalinas

y

se ostentaba victoriosa so–

bre la corona de los Emperadores. A la ley de la tiranía

sucedió la ley de la caridad, y la familia

y

la sociedad re–

cuperaron su perdido explendor.

Merced á la educación cristiana, minoraron los vicios,

pulularon por doquiera las virtudes;

y

su influencia bien–

hechora se hi zo extensiva

á

todas las clases sociales. Sí,

señores, de la educación cristiana de la familia han sa li–

do siempre, y salen ahora, esposos fieles, hijos piadosos

y

obedientes, vírgenes angelicales, sacerdotes apostó1i-